El mar corresponde a un 80% del territorio nacional, con una superficie de más de 3 millones de kilómetros cuadrados y con una línea de costa de más de 80 mil kilómetros de extensión, por lo que es casi una obviedad asegurar que ‘Chile es mar’.
Sin embargo, nuestra relación con ese mar que nos baña, aún está lejos de ser lo cercana y armónica que debiera. Todas y todos somos responsables de la protección de nuestro océano, pero para eso, primero es fundamental contar con la información que permita generar cambios en la actitud.
En la primera entrega de “¾ partes: conversaciones sobre el mar”, hablamos con Miriam Fernández, Directora del Centro de Conservación Marina de la UC, ubicado en Las Cruces, con quien abordamos el tema de la conservación, la industria, la situación actual de los ecosistemas marinos y la responsabilidad que tenemos cada una y cada uno de nosotros por avanzar hacia una dinámica de protección y conciencia ambiental.
¿Tenemos información sobre el estado actual de la biodiversidad en nuestros ecosistemas marinos y la influencia que el ser humano ejerce sobre ellos?
Tenemos evidencias científicas de que hay cambios en los océanos, no podemos hablar de todo el océano en Chile, porque hay poco conocimiento de todos los ecosistemas, hay algunos muy bien estudiados y otros muy poco, como el de la Antártica y el de Islas Desventuradas, que son ecosistemas que hoy todavía desconocemos en su funcionamiento y en su diversidad, lamentablemente porque no hay tantos estudios previos, entonces sería muy difícil poder determinar que sí hay un efecto humano en esos ecosistemas.
Sin embargo, hay otros ecosistemas más accesibles, como los de Chile central, que están mucho más estudiados y ahí sí podemos ver evidencias del impacto humano. Una de las evidencias más claras es la que deja la pesca y como ésta disminuye la abundancia y el tamaño de recursos. Cuando hay menos padres y son más chicos, producen menos crías, por lo tanto, se ve afectado el futuro y sustentabilidad de ese recurso.
Nosotros trabajamos en las costas de Chile central, pero también, por temas de cercanía de las universidades y los científicos, históricamente es una de las zonas más estudiadas, entonces uno puede ver la evolución de la abundancia de los recursos y de la interacción entre las especies.
Actualmente tenemos recursos que están totalmente colapsados, como la merluza, otros sobreexplotados, como el loco, entonces hay una preocupación importante desde el punto de vista biológico, pero también del punto de vista del manejo de los recursos, de que algo no está haciéndose bien.
¿Existen especies introducidas en nuestros ecosistemas marinos? ¿Qué riesgos conlleva esta situación?
Hay recursos que son nativos, propios del mar de Chile, que a veces se observan en mayor o menor abundancia; la reineta, en una época, no la conocían mucho y luego se transformó en un recurso muy popular, o la jibia, que hace algunos años prácticamente no se extraía, ahora es un recurso sumamente importante; esos son recursos que son nativos y es normal que su abundancia varíe naturalmente.
Sin embargo, tenemos especies que son exóticas, como el salmón, que mucha gente piensa que es un producto chileno, pero no es así. Es una especie que se introdujo en el mar de Chile para producción en acuicultura y que trae riesgos, como los ambientales, que surgen al tener una biomasa gigante de peces comiendo y defecando en un lugar, pudiendo matar a los organismos que viven por debajo de las jaulas. También, en ocasiones, se rompen estas jaulas y se liberan salmones al medio, siendo éstos depredadores voraces que se comen nuestra fauna nativa.
Entonces hay enormes consecuencias cuando se realiza acuicultura de especies exóticas, por el impacto sobre especies nativas. Es necesario contar con medidas regulatorias mucho más exigentes que las que tenemos actualmente en Chile, para evitar el deterioro ambiental que está ocurriendo, por ejemplo, en los fiordos.
¿Cuál es tu análisis de la realidad actual en temas de conservación?
En materia de conservación, las políticas públicas han avanzado significativamente, se han ido incorporando las comunidades locales y su compromiso con la conservación, porque sin las comunidades locales es muy difícil lograr la protección efectiva del mar. También existe un mayor nivel de involucramiento de científicos y ONGs, además de un mayor compromiso del gobierno. De hecho, hemos pasado de tener menos del 1% de protección del océano hace 10 o 15 años atrás, a más del 14%; ese es un cambio muy significativo.
Estamos avanzando en una buena dirección, pero aún nos falta acercar la conservación a los lugares que tienen mayores conflictos de uso. Si uno mira el mapa actual de conservación en Chile, veremos que está fuertemente cargado a zonas que estás deshabitadas, como el Parque Francisco Coloane, las Islas Desventuradas, Salas y Gómez o islas que tienen pocos habitantes como Juan Fernández. Sin embargo, en la zona de Chile central, que es la zona donde hay mayor influencia humana y mayores niveles de explotación, tenemos menos del 1% del mar bajo protección.
Sin embargo, nos falta articular de mejor manera el compromiso de la comunidad local, generar mecanismos efectivos de fiscalización y generar estudios de largo plazo en las áreas protegidas.
¿Cómo ves tú la relación de la gran industria pesquera con el medioambiente?
En mi opinión, las empresas en Chile, en general, no están muy comprometidas con el ambiente. Sin embargo, es una visión que está cambiando, porque si uno ve lo que pasaba hace 20 años y lo que pasa ahora, hay muchas más empresas que tienen un área de responsabilidad ambiental. Pero siento que lamentablemente todavía es un cambio muy lento y muchas veces vemos a un pescador más preocupado que una gran empresa, siendo que ésta podría complementar los recursos que destina el Estado para la realización de estudios científicos, los que traerán beneficios para la propia empresa y sin duda, para el ambiente.
Por ejemplo, sería súper positivo que las empresas salmoneras se metieran la mano a los bolsillos y pusieran una gran cantidad de dinero para estudiar el impacto ambiental que sus propias empresas generan.
¿Cómo definirías tú la relación que tenemos, como sociedad chilena, con el mar?
En Chile hay más de 80 mil kilómetros de línea de costa y más
del 70% de nuestro país está en el mar, por eso nosotros decimos que “Chile es mar”, no obstante, tenemos un evidente distanciamiento con el mar, en la forma que lo usamos. Es cosa de ver lo sucia que queda la playa después de un día de verano, o ver a los niños con sus baldes llenos de animales muertos, o cuando compramos locos que son del tamaño mínimo legal sin conocer su origen. Actualmente sólo se pueden consumir locos de áreas de manejo, pero hemos cuantificado que más de la mitad de los locos que se capturan en Chile central son ilegales, ¿cuántos de nosotros sabemos eso?
Tiene que haber un cambio en la forma en que nos vemos asociados al mar, tenemos un compromiso con él, porque es una fuente enorme de recursos para nuestro país, tiene una biodiversidad maravillosa y necesitamos que ese mar siga vivo y siga funcionando en forma natural. Pero eso depende de todos nosotros, necesitamos informarnos y esa información existe, aunque no siempre de forma amigable para el ciudadano común. A través de www.chileesmar.cl estamos haciendo disponible información al público y esperamos que las próximas generaciones sean chilenos que están abrazados con el mar.