Por: Benjamín Mujica Rosas
Psicólogo (Universidad de La Frontera)
Estudiante Magíster en Educación, mención currículum y comunidad educativa (Universidad de Chile)
La formación de individuos partícipes y activos para la sociedad actual, ha sido un caballito de batalla de las políticas educativas de comienzos de este siglo. La crisis de las instituciones que dan sentido a la vida de las personas, es la consecuencia de una sociedad cada vez más exigente, incrédula y cuestionadora respecto a la institucionalidad que sostiene los (supuestos) valores sociales. Por tanto, recurrir a mecanismos que aseguren el andamiaje para la formación de la ciudadanía en un contexto de consumo y clientelismo, es lo que han buscado los gobiernos a través de modificaciones o transformaciones a nivel curricular dentro de nuestro sistema educativo.
El retorno a la democracia, la transformación curricular de los 90, la comisión para la formación ciudadana del 2004, la reforma curricular de 2009 y el informe de la comisión Engel el 2014, han sido algunos de los hitos que han buscado hacer énfasis en la formación ciudadana de nuestros y nuestras estudiantes; intentando instruir desde las aulas al ciudadano modelo y funcional para la sociedad del Chile actual. Cambios y transformaciones que han establecido objetivos de aprendizaje relacionados con la comprensión del sistema político, sus formas de participación y la validación de la democracia representativa que tenemos hoy en día; metas que se han impuesto al profesorado para sostener la caída precipitada de la participación ciudadana y la vida democrática de nuestro país.
Este 2019 se publican las nuevas bases curriculares para tercer y cuarto medio, desde un supuesto proceso participativo y democrático; y señalo “supuesto”, dado el nivel de rechazo de los distintos actores del sistema educativo que salieron a las calles, marchando respecto a la salida de la asignatura de Historia, Geografía y Ciencias Sociales del plan común (entre muchas otras peticiones más válidas aún), posicionándola como una rama optativa para los y las estudiantes de dichos niveles; así también, el cuestionamiento a las nuevas asignaturas obligatorias como Educación Ciudadana y su posible impacto en la formación de estudiantes ad portas de egresar del sistema escolar. La pregunta que surge entonces es si ¿la Educación Ciudadana responde realmente a una necesidad social o un requerimiento de los chilenos y chilenas en su proceso educativo?, o realmente, ¿es una necesidad ideológica?
La comisión Engel, formada como el Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción, orientaba e instaba a los establecimientos educacionales a elaborar planes de formación ciudadana que vayan más allá de la articulación curricular, sino, más bien, una intervención a nivel de la comunidad educativa que establezca las bases de una vida en democracia y lo que conlleva el actuar cívico de chilenos y chilenas. Sin embargo, ya el 2016, un panel de expertos en el área desde el mundo educativo, constituido por Cristián Cox, Abraham Magendzo, Graciela Muñoz y Silvia Redón, conversaban en torno a ¿Cómo debiera ser la formación ciudadana en la escuela? Lo cual entregaba luces de una gran interrogante; ¿Qué entendemos por ciudadanía?
Si se busca en distintas fuentes de información, definiciones o comprensiones de la ciudadanía, queda claro que existen muchas ilustraciones al respecto y desde distintas disciplinas. Sin embargo, queda claro que hay dos amplias miradas del concepto ciudadanía; una perspectiva desde lo colectivo, y otra, desde lo individual. Desde lo colectivo, se firma en lo comunitario, contemplando derechos económicos, sociales y culturales, con un fuerte sustento en la solidaridad como pilar social; y desde lo individual, o mejor dicho liberal, contempla los derechos civiles y políticos.
Por tanto, al revisar el programa de Educación Ciudadana vale comenzar a cuestionarse, qué se busca y qué buscamos como docentes; ¿queremos fortalecer una formación cívica para promover la participación y la vida democrática?; o queremos fortalecer una formación civil que busque la promoción de valores que sustentan la vida en común y el bienestar de todos quienes habitamos la ciudad. Es una discusión que, incluso, no debería polarizarse, más bien buscar un equilibrio que entregue herramientas a los futuros ciudadanos del país, ya que serán ellos quienes implementarán y vivirán en los posibles cambios político-sociales que tendrá nuestro país.
Finalmente, desde esta última reflexión, es que no se debe perder de vista los planteamientos, referencias y objetivos establecidos en este nuevo programa de Educación Ciudadana; la invitación es a reflexionar y pensar en torno al tipo de educación ciudadana que queremos entregar, más aun, contemplando lo que está sucediendo en el contexto actual de nuestra sociedad.
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