La investigación, liderada por el doctor en Bioinformática y Genómica Boris Rebolledo, estudia una de las enfermedades raras o huérfanas más frecuentes de Chile y el mundo, que afecta a una persona entre cuatro mil. “Se trata de individuos que nacen con un pedacito menos en el cromosoma 22. Sin embargo, teniendo el mismo defecto genético, no todos presentan los mismos síntomas. Algunos sufren complicaciones cardíacas mientras que otros tienen fisura palatina (labio leporino)”, explica.
El equipo del Centro de Genética y Genómica de la Universidad del Desarrollo, UDD, ya demostró la gran variabilidad en manifestaciones o signos clínicos de este mal llamado “síndrome de microdeleción de la región cromosómica 22q11.2”, que van desde anomalías congénitas, problemas de aprendizaje, riesgo de esquizofrenia, enfermedad de Parkinson y trastornos del movimiento. Para descubrir qué genera estas diferencias, revisarán todo el genoma mitocondrial, que es el ADN que existe fuera del núcleo de la célula y que se hereda sólo por la madre.
“En general sólo se piensa en los 23 pares de cromosomas que tiene el ser humano, pero ese ADN interacciona con el mitocondrial; son genomas distintos. Las mitocondrias tienen una función fundamental pues son las fábricas de energía de la célula. Los cambios en el genoma mitocondrial pueden producir un desbalance en su comunicación con el genoma nuclear. Por ejemplo, si es menos eficiente en la producción de energía, la célula se afecta y pueden producirse defectos”, advierte el investigador, quien obtuvo financiamiento de CONICYT a través de un Fondecyt de Postdoctorado para llevar adelante este análisis.
En el estudio se quiere demostrar si este desequilibrio es lo que explica la variabilidad de manifestaciones clínicas que se da entre quienes sufren este síndrome. Para eso toman dos grupos de pacientes integrados por mamás e hijos. Uno de ellos corresponde a pares concordantes –es decir, ambos con los mismos síntomas- y el otro a parejas discordantes, para analizar qué produjo esta diferencia. A todos se les realiza una secuenciación del ADN mitocondrial para observar las discrepancias entre las madres y sus descendientes.
¿Por qué investigar un padecimiento tan inusual?
La directora del Centro de Genética y Genómica de la UDD, Gabriela Repetto, explica que las enfermedades raras son un tema de relevancia mundial pues cada una es individualmente poco frecuente (generalmente 1 en 2 mil personas, o para el caso de esta enfermedad en particular 1 en 4 mil personas), pero en su conjunto pueden afectar hasta el 8% de la población. Ya se han descubierto aproximadamente ocho mil de ellas.
“Estos males son causa de muerte y discapacidad en la infancia; muchos pacientes sufren de una ‘odisea diagnóstica’ y pueden pasar años sin saber qué los afecta. Indagar en sus orígenes se puede traducir en un beneficio para ellos y es una oportunidad para entender el desarrollo embrionario y otros procesos normales”, dice la doctora Repetto. En esta investigación Fondecyt, los científicos estiman que solo una de cada ocho personas tiene el diagnóstico confirmado, y éste llega tarde, en promedio a los diez años de edad.
Las enfermedades raras son un escenario especialmente interesante, pues más del 80% de ellas son genéticas. De hecho, agrega la científica, gracias al Proyecto del Genoma Humano y luego con la incorporación de la secuenciación masiva del ADN, se ha acelerado el descubrimiento de estos males desde unas cinco a diez por año en la década de los ‘90 hasta 200 a 300 por año en la actualidad.
En este caso concreto, poder conocer cuáles son los mecanismos de variabilidad y qué pacientes tienen probabilidades de desarrollar manifestaciones como psicosis o Parkinson, puede generar oportunidades de prevención. También, coopera a la visión de atender a cada afectado como un caso único que, por lo tanto, puede requerir distintos tratamientos, acercándose a una medicina más personalizada.