Empezó a notarlo en la universidad: en los cinco años de carrera, cuenta, nunca recibió clases de didáctica de la geometría ni de probabilidades. Cuando la doctora en Psicología Escolar e investigadora de la Universidad Diego Portales, Constanza San Martín, estudió la carrera de Educación Diferencial, no tuvo más que un curso de matemáticas. Su formación, dice, no le exigía conocer en profundidad cómo funciona o cómo se enseña esta disciplina: sólo lo básico. Pero a partir de 2015, explica, ese criterio cambió: luego de la promulgación del Decreto Exento 83 del Ministerio de Educación, se comenzó a promover que los alumnos de las escuelas diferenciales tuvieran los mismos objetivos que en cualquier otro colegio.
—Antes, en las escuelas especiales se trabajaba de acuerdo a áreas de desarrollo, mientras en las regulares con asignaturas —explica la investigadora, de 40 años—. Hoy sabemos que las matrículas de estas escuelas han aumentado y que muchos estudiantes están en el sistema, pero no sabemos cómo se enseña adentro. Especialmente, cómo hacen para entregar los mismos contenidos del currículum nacional si los profesores de educación especial no hemos tenido la misma formación.
A partir de esa pregunta, en 2017 comenzó una investigación para dilucidar qué tipo de oportunidades de aprendizaje en matemáticas tienen en Chile los niños identificados con discapacidad intelectual y que están en escuelas especiales. La inquietud le había nacido en las mismas salas de clases: antes de ser académica, San Martín se desempeñó seis años como profesora en escuelas diferenciales de Quilpué, Quillota y Combarbalá, donde pudo notar, cuenta, que los contenidos de esa asignatura solían ser los más débiles.
—La matemática y el desarrollo de su aprendizaje tiene muchísima relevancia para la vida y para todos los niños —dice la educadora—. Aunque no siempre tenga relevancia práctica, te permite desarrollar procesos de pensamiento, análisis y funcionamiento cognitivo. Al limitar esas oportunidades, se restringe todo el desempeño de las personas.
Con eso en mente y conociendo de primera mano los desafíos que enfrentan las escuelas diferenciales, San Martín comenzó su investigación junto al profesor de matemáticas e investigador de la UDP, Sebastián Howard. Comenzaron por su cuenta, visitando distintas salas de clases, fotografiando cuadernos y analizando sus contenidos, para luego conseguir financiamiento de FONIDE, un fondo de investigación del Ministerio de Educación. Lamentablemente, Howard falleció a los pocos días de adjudicarse el proyecto, pero San Martín decidió seguir, convocando a un equipo de investigadores de la Pontifica Universidad Católica de Chile, de la Universidad Diego Portales, de la Universidad de O’Higgins, de la Universidad de Viña del Mar y de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
El estudio analizó a ocho establecimientos, ubicados en las comunas santiaguinas de La Reina, Cerro Navia, Puente Alto, y en las ciudades de Viña del Mar y Valparaíso, divididos en dos categorías: los que contaban con profesores capacitados en programas del ministerio y los que no. En cada uno de ellos, seleccionaron a cinco niños, y repitieron lo que San Martín había comenzado a hacer con Howard dos años atrás: fotografiar los cuadernos, las pruebas, e intentar registrar todo lo que hicieron entre agosto y diciembre de 2017. También grabaron clases, revisaron libros, fichas de trabajos y entrevistaron a profesores. Decidieron no hablar con los niños, solo ver y estudiar el material al que accedían.
—Prácticamente no encontramos diferencias en el abordaje de las matemáticas en las distintas escuelas. Sólo los colegios que tuvieron capacitación eran más desafiantes con los alumnos en matemáticas, pero no sustancialmente. En la mayoría, las actividades eran sólo de operaciones numéricas sencillas. En todo el semestre llegaban a tener sólo cuatro actividades de geometría —explica la educadora—. Eso quiere decir que hoy las oportunidades de aprendizaje están siendo limitadas: al abordar la enseñanza desde un solo eje, se están restringiendo las posibilidades de aprender y de desarrollar el pensamiento.
—¿Se enfoca las matemáticas desde su utilidad práctica?
—Claro, hoy está muy arraigada la creencia de que las matemáticas, para las personas que están en situación de discapacidad, tienen que ser lo más funcionales posibles: por ejemplo, conocimiento que les sirva para poder manejar dinero, por lo que más que nada se les enseña números y operaciones. Los profesores diferenciales no hemos tenido nunca la capacitación y la formación para desarrollar didácticamente otros elementos, recién hoy nos estamos formando en las mismas salas de clases que los de Educación Básica.
—¿Es un cambio de paradigma?
—Sí, y tiene que ver con cómo se ve al otro y qué expectativas se tiene. Es cierto que con algunos estudiantes hay que hacer adecuaciones, porque el currículum nacional, es decir, la materia que se debe entregar en todos los colegios, a veces puede ser un desafío demasiado grande. El docente es quien tiene que ver qué puede aplicar más y qué menos, según las necesidades y características de cada alumno, pero intentando compartir una misma base.
—Tratando de entregar las mismas oportunidades.
—Sí. Se tiene que entender que a veces los niños necesitan más apoyo en ciertas materias y en otras no. Hay algunos objetivos del currículum, por ejemplo, que se tendrán que priorizar un poco. Es un desafío: por la formación de los docentes y la diversidad de estudiantes. Por eso, hoy estamos elaborando un cuadernillo descargable, con orientaciones para complejizar actividades que vimos durante el proyecto, y volverlas más desafiantes cognitivamente.
—¿Chile hoy está avanzando en esa dirección?
—Creo que sí, especialmente desde la política pública. Los educadores diferenciales se están acercando más a las disciplinas como matemáticas o a las ciencias, pero tenemos que hacer un esfuerzo para que todas las personas puedan acceder al conocimiento, y apoyar a las escuelas especiales. Esos niños también son ciudadanos del país y tenemos que cuestionarnos si les estamos dando las mismas oportunidades de aprender y participar.
Texto: Carolina Sánchez