Lo que escucharán nuestros oídos será algo así: el sonido de las olas que se golpean entre sí, el viento que corre furioso y, de pronto, una explosión. Todo —sentimos, creemos— ocurre arriba nuestro, como si avanzara por nuestras cabezas, cayendo cerca de nosotros. Así, dice Erika Labbé —astrónoma e investigadora del Núcleo de Astronomía de la Universidad Diego Portales—, debería sonar la última capa solar, la que nosotros somos capaces de ver. La llama tormenta de fuego y la explica así:
—Es el Sol tirando chorros y nosotros estamos por debajo de esos chorros de plasma. Es como un gran estornudo solar —dice—. Es la estrella mejor estudiada y, si bien no podemos saber qué hay exactamente dentro de ella, por las leyes de la Física tenemos algunas ideas de cómo deberían ser esas capas.
Esas capas, conformadas por distintos tipos de sonido —todos de 5.1: cinco parlantes y un bajo, creadas por un sonidista—, son cuatro, muy dispares entre ellas. Todas, eso sí, son representadas con sonidos terrestres —pelotas que chocan, líquidos que imitan las burbujas o un sonido que representa la alta velocidad— y estarán disponibles el sábado 23 de marzo en la muestra de astronomía inclusiva “Sentir el Universo”, que se realizará en la Estación Bío Bío del Metro en el marco del Día de la Astronomía en Chile 2019, una iniciativa coordinada por CONICYT con el apoyo de Sochias y el Planetario de la Universidad Santiago, y a la que se suman más de 30 instituciones .
La idea es que quienes asistan experimenten esta disciplina usando otros sentidos, tal como lo haría alguien que no puede ver o escuchar.
—Hemos aprendido muchísimo en el camino de pensar la astronomía inclusiva sin imagen y tiene mucho potencial porque depende de ser creativo: buscar nuevas formas de contar las cosas, desaprender unas para aprender otras —dice la astrónoma de la UDP.
La doctora en Ciencias de la Universidad de Chile, Sonia Duffau, también será parte de las actividades de esta jornada. Hoy, de hecho, está trabajando con un equipo de la Unión Astronómica Internacional para que la serie infantil Súper Astros —creada por CONICYT y el CNTV—, que relata los misterios del Universo por Youtube, incorpore lengua de señas.
—Esta manera de mostrar el estudio del Universo ha impactado mucho a la gente. La lengua de señas, por ejemplo, es algo estéticamente increíble de ver, es una danza de las manos. Y, por otro lado, cuando juegas con los modelos táctiles, cuando cierras los ojos y empiezas a tocar, es como si volvieras a ser niño. Vuelves a jugar con algo con el fin de aprender —cuenta la científica.
El Giant Magellan Telescope (GMT) es una de las organizaciones que trabajará con modelos táctiles. El proyecto se llama “Universo con todos los sentidos” y, aunque parece difícil de creer, en una especie de mochila de acampar se guardan distintas piezas que recrean el Cosmos. Nació en el Planetario de Medellín, en Colombia, y sólo se crearon tres. Pero una de esas mochilas itinerantes fue donada al GMT y hoy lograron replicarla, creando la primera versión chilena.
Una de las piezas que contiene es un Sistema Solar a escala que puede conocerse a través del tacto. Lo que tocamos es una suerte de pelota enorme, como un Sol inflable que se puede abrazar. Tiene un metro de diámetro y, al lado de él, estaría la Tierra: algo pequeño de unos cinco milímetros.
Valentina Rodríguez es coordinadora de Comunicaciones para Chile del GMT y también responsable de las actividades educativas que se realizan. —Las escalas te permiten dimensionar las tremendas diferencias que existen. Por ejemplo, la de la Tierra y el Sol. O la Tierra y Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar. Pero también se puede conocer la Luna a través del tacto: se exageró su morfología para tocar los cráteres, sus valles —cuenta—. Hay personas, sobre todo quienes tienen una capacidad visual muy reducida, que jamás han podido ver la Luna y aquí la pueden tocar. Es una experiencia impresionante.
Las personas, al igual que cuando las dibujan, suelen describir las estrellas como un objeto de cinco puntas. Por eso, cuando un hombre ciego tocó uno de los modelos de estrellas que tenía el GMT —no sólo enorme, sino también redondo— se sorprendió e hizo una pregunta que impresionó a varios: ¿Dónde están las puntas?
—Le explicamos que la gente suele representarlas así, pero que en realidad las estrellas del Universo son redondas —dice Rodríguez—. Este es un aprendizaje que trasciende a la ciencia, es algo humano. Hoy estamos usando la astronomía como un vehículo de integración, hemos podido entender al otro y también comprender que el aprendizaje no sólo se logra a través de un sentido, sino desde cualquiera. Tenemos que seguir abriéndonos a eso.
Texto: Carolina Sánchez
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