El asunto era mezclar literatura y ciencia. De eso se iba a tratar el seminario: convertir descubrimientos y discusiones científicas en una serie de textos amables, atractivos, que generaran interés en todo tipo de lectores. La idea fue del neurocientífico Oliver Schmachtenberg, y se inscribieron estudiantes tanto de magíster como del doctorado en Neurociencia de la Universidad de Valparaíso, bajo el alero del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV).
En las jornadas del congreso, que comenzó en 2013, los participantes revisaban artículos de las revistas científicas más influyentes del mundo y luego creaban, a partir de los papers, textos con ambición literaria y elementos de la cultura popular, que pronto comenzaron a publicar bajo el nombre de NeuroNews en el diario digital El Mostrador.
Algunos de esos artículos llegaron a tener más de 70 mil visitas, por lo que en 2018 se decidieron a reunir los mejores textos en un libro. DeMente: El cerebro, un hueso duro de roer —publicado este año por Catalonia y la Fundación Ciencia & Vida—, reúne los artículos de 28 investigadores jóvenes, que abordan el cerebro desde los lugares más insospechados: la violencia, los sueños, la música, la inteligencia artificial, los fantasmas, el alcoholismo, la infidelidad, y un largo y atractivo etcétera.
En el prólogo que sirve de presentación al libro, el Premio Nacional de Ciencias Naturales 2012 y director del CINV, Ramón Latorre, anota:
“¿Por qué sentimos placer por la música? ¿Por qué sentimos dolor? ¿Es posible elegir lo que soñamos? ¿Es diferente el cerebro de mujer y hombre? ¿Qué fundamentos explican la agresión y la violencia? ¿Por qué somos, al parecer, el animal más inteligente? ¿De qué nos sirve la meditación? ¿Cómo podemos proteger al cerebro y frenar el envejecimiento cognitivo? ¿Cuáles son las causas de la depresión, el alzheimer o el trastorno autista? Esas y otras preguntas son las que aborda DeMente”.
Al teléfono desde Valparaíso, el neurocientífico se muestra orgulloso del proyecto, y dice que su objetivo era acercar la ciencia a un público amplio, en sintonía con el boom de la divulgación científica que hemos vivido en los últimos años, que se ha traducido en publicaciones que han llegado, incluso, a estar entre los libros más vendidos del país.
—Creo que hay dos cosas que se juntan —explica—: primero, que los científicos, por diversas razones, empezaron a salir a la calle, a mostrarse. Tú ves cómo Maza llena un estadio y María Teresa Ruiz se vuelve una voz pública. Entonces, la ciencia atrae al ciudadano curioso que descubre que estas personas, estos científicos, son entretenidos, que su discurso es atractivo para ellos. Ese segundo punto es importante: estos libros, toda esta divulgación, no sólo atrae a una clase media o a una élite, sino que también a mucha gente humilde, que se siente atraída por esto que le cuentan. Se produce una empatía entre el público y los científicos.
—Años antes de que pasara eso, cuando le propusieron que el CINV impartiera el seminario que desembocaría en DeMente, pensó que funcionaría bien ese vínculo entre ciencia y literatura?
—Era algo novedoso. Piensa que el primer texto que publicamos en el marco del seminario es de 2013, mucho antes de todo este boom. La idea de Oliver Schmachtenberg era que los estudiantes hicieran una traducción cariñosa de los artículos científicos, para que cualquier persona pudiera leerlos en la micro. Era un grupo ideal: gente que estaba haciendo y leyendo la mejor ciencia posible y que, a la vez, estaban aprendiendo a interpretar textos para traducirlos a un lenguaje más amable… fue muy importante para los mismos estudiantes.
DeMente está dividido en cinco capítulos sobre distintos aspectos de la neurociencia, que reúnen 47 artículos, en los que se desentraña la maravillosa y enigmática vida del cerebro: calamares gigantes que están íntimamente relacionados con nuestro funcionamiento cerebral; la tarea imposible de olvidar hechos traumáticos que nos marcaron (como en la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, que el libro cita para poder explicar un paper); el origen de la violencia; el cerebro de un pedófilo; la sabiduría de las orcas y de las abuelas; las formas de combatir la depresión; la existencia de los fantasmas (¿en el mundo real o sólo en nuestra mente?); junto a un texto memorable en que se estudia la estrecha relación entre alcoholismo e infidelidad.
—Ese artículo tuvo muchas visitas cuando se publicó en El Mostrador. Fueron setenta mil, ochenta mil visitas —recuerda Latorre.
El texto, firmado por Isaac García, se titula “¡Era verdad! El alcohol promueve conductas infieles… en los machos”, y está basado en un estudio de un equipo de científicos de la Universidad de Ciencias de la Salud de Oregon, que en 2014 investigaron los cambios conductuales provocados por el alcohol en un grupo de ratones de la pradera. La conclusión del estudio fue esta: “Se trata del primer reporte que muestra que la conducta de los ratones con alcohol es diferente según el sexo. Mientras que en los machos la embriaguez los hace propensos a actos de infidelidad, en las hembras los efectos del excesivo consumo de alcohol favorecen un mayor apego a su pareja”.
Este texto está incluido dentro del capítulo “SocialMente”, uno de los más interesantes, a la luz de la crisis social que estalló en el país. En él, se presentan textos como “El precio biológico de vivir en la pobreza”, que indaga en las desventajas que genera esta realidad en el desarrollo de las capacidades cognitivas, y se plantea que debiera existir una estrecha relación entre ciencia y política para solucionar estas inequidades.
—Creo que la ciencia tiene mucho que decir en este nuevo escenario que estamos viviendo —dice Latorre—. Por ejemplo, de la violencia. Existe una gran cantidad de estudios de neurociencia respecto a ella. En el libro se aborda esta relación. Es importante que entremos en el debate público. Hay mucho que decir y también mucho que discutir.
Texto: Diego Zúñiga