La microbióloga María Inés Barría desarrolló un tratamiento para derrotar al hanta en ratones de laboratorio. Hoy, busca la forma de curar con él a humanos.

Su ataque es sigiloso. Cada vez que el virus hanta entra a un organismo, lo hace de a poco, evitando levantar sospechas. Su letalidad depende de eso: no alertar al sistema inmune. A veces, puede tardar hasta cuarenta días sin ser detectado y otras, sólo uno. Entonces, comienza la dificultad para respirar, la fiebre. Los investigadores no saben con exactitud qué define que dos de cada tres infectados logren sobrevivir —y, a veces, ni perciban sus síntomas—, mientras el tercero suele encontrar la muerte. Tampoco se sabe cómo acabar con él. Por ahora.

Desde que regresó al país en 2014 —luego de hacer dos postdoctorados en Estados Unidos—, la microbióloga María Inés Barría se ha dedicado a diseñar un arma contra el hanta en su laboratorio, en la Universidad de Concepción. Su estrategia es clonar anticuerpos del sistema inmune de personas que sobrevivieron al virus, para crear una vacuna capaz de detenerlo en el tercio de los pacientes que no lo resisten. Sus resultados, publicados hace dos semanas en la revista Science Translational Medicine, marcaron una nueva esperanza para derrotarlo.

—Esa publicación fue el primer hito: nos da la base de que estos anticuerpos tienen el potencial de ser utilizados como terapias, en personas… —dice la investigadora, de 41 años.

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El ratón de cola larga es el principal transmisor del virus hanta. Cerca del 2% tiene la infección. (Crédito foto: Yamil Hussein)

En Chile, el Hantavirus se conoce hace más de veinte años. El primer caso fue registrado en 1995 y causó pánico: entonces, del 60 al 80% de las personas infectadas moría. Según datos del Instituto de Salud Pública, hoy es el 40%. La cepa más letal, llamada Andes, existe sólo en el sur de Chile y de Argentina, y el contagio se produce por el contacto con orina, heces o saliva de ratones de cola larga —cerca del 2% tiene el virus—, sobre todo en zonas donde florecen quilas o coligües. Es capaz de generar un edema pulmonar, un shock cardiogénico e hipotensión, y la sobrevida es impredecible: todo depende de cada sistema inmune.

Ese azar es justamente lo que quieren evitar Barría y su equipo de investigadores en la Universidad de Concepción. Por eso, en 2014 decidieron estudiar treinta casos de chilenos que sobrevivieron a la infección, analizaron en detalle sus sistemas inmunológicos y, entre ellos, seleccionaron a los cinco individuos que mostraron una mejor respuesta inmune. Luego, clonaron los anticuerpos que atacaron más fieramente al hanta —en particular, los llamados MIB22 y JL16— y los probaron en hámsteres infectados con una dosis letal del virus.

 

Desde que regresó al país en 2014 —luego de hacer dos postdoctorados en Estados Unidos—, la microbióloga María Inés Barría se ha dedicado a diseñar un arma contra el hanta en su laboratorio en la Universidad de Concepción. Su estrategia es clonar anticuerpos del sistema inmune de personas que sobrevivieron al virus.

 

—Los hámsteres presentan los mismos síntomas que los humanos —dice la microbióloga—. Entonces nos preguntamos: si les administramos esos anticuerpos, ¿serán capaces de impedir su muerte?

Para eso, dividieron una camada de 24 hámsteres infectados en cuatro grupos: el primero no recibió el tratamiento; el segundo recibió una alta dosis de anticuerpos MIB22; al tercero le inyectaron anticuerpos JL16; y al cuarto una mezcla de ambos. De todos ellos, el virus sólo mató a los hámsteres que no recibieron tratamiento. El experimento, dice María Inés Barría, demostró que los anticuerpos son capaces de bloquear la infección y, por provenir de humanos, tienen el potencial de ser usados en pacientes sin que sus organismos los rechacen.

La microbióloga María Inés Barría busca desarrollar una vacuna terapéutica que baje la mortalidad del hanta a cero. (Crédito foto: Universidad de Concepción).

—Esta vacuna podría ser el primer tratamiento específico contra el hanta —dice la científica—. Ya no habría que esperar que el sistema inmune genere protección. Se podrían administrar directamente los anticuerpos.

El siguiente paso, por tanto, es crucial: buscar los medios para crear una vacuna terapéutica contra el hanta que lleve las muertes por el virus a cero. Pero es un proceso caro: crear un stock de mil dosis costaría unos mil millones de pesos. La principal dificultad está en que, pese a ser una enfermedad letal, el hanta es un virus que ataca a una población muy reducida —en 2017 hubo 90 contagiados en Chile y 24 murieron—, lo que dificulta financiar su investigación.

Sin embargo, las esperanzas de la microbióloga están puestas en el interés que ha generado el tratamiento entre sus colegas de países afectados por otras cepas del virus. Lograr una vacuna que derrote al hanta en todas sus variantes podría abrir puertas para financiar una cura.

—El hanta es una enfermedad huérfana y eso significa que, por la poca cantidad de infectados, no genera atractivos económicos. Tiene que volverse atractiva… —dice la microbióloga María Inés Barría—. Por eso, hoy nos propusimos determinar si somos capaces de atacar a otras variantes del virus. Estamos convencidos de que acá está la cura.

 

Texto: Carolina Sánchez