Cuando Valeska Zambra nació, su mamá aún estaba estudiando Química en la Universidad de La Serena, y había días en que no tenía con quién dejarla. Un día, decidió poner a prueba su temperamento y la llevó a clases. Le pidió que se mantuviera en silencio, escuchando al profesor. Ella, que tenía tres años, se acostumbró a ese espacio, que se convirtió en su hábitat: empezó a asistir a otras clases y fue encontrando algo allí que la hizo sentir a gusto. Entonces su mamá comenzó a llevarla también al laboratorio, un lugar lleno de implementos prohibidos para los niños, aunque esa regla no corría para su hija. Así, dice, empezó su vida científica.
—A mí me daba mucha curiosidad las cosas que hacía mi mamá, y ella me cuenta que yo tomaba sus instrumentos y los miraba —dice Valeska Zambra, actualmente estudiante de magíster en Física en la Universidad de Chile—. Entonces me empezó a entrar el bichito del interés por la ciencia.
La investigadora, de 25 años, acaba de recibir el premio Natida-Chileno del Año —en la categoría “Joven”—, un galardón que busca reconocer a personas que han realizado numerosos aportes desde sus áreas de trabajo, y que son una fuente de inspiración para sus compatriotas. Entre los logros que la llevaron a recibirlo —junto al astrónomo José Maza, la cantante Mon Laferte, el Champion de la COP25 Gonzalo Muñoz, y los emprendedores sociales Felipe Quezada y Einer Rubilar, en distintas categorías—, está el desarrollo de un software educativo-astronómico llamado Jana, que creó cuando estaba apenas en tercero medio, y sus aportes a la investigación de vórtices en cristales líquidos, realizada al alero del Instituto Milenio de Investigación Óptica (MIRO). Gracias a las imágenes que pudo obtener de sus experimentos, el año pasado recibió una mención honrosa en el prestigioso concurso internacional de fotografía científica organizado por la Royal Society.
El camino que la llevó hasta esos logros, cuenta, comenzó temprano. Concretamente, en el colegio de monjas en el que estudió en Copiapó, donde conoció a una mujer que sería clave en su historia: su profesora de ciencias, Ana García. Ella la invitó primero a formar parte del Club Explora Aytiwi, que estudiaba los relaves que rodeaban la ciudad de Copiapó, y luego a participar de la que sería su primera feria científica. Luego vendrían muchas otras. El desafío era reducir la contaminación de relaves mineros de la zona, y la solución a la que llegaron Zambra y sus compañeros, entonces en Octavo Básico, fue sembrar plantas en estos espacios contaminados. Así, observaron cómo mientras las plantas crecían, iban absorbiendo algunos minerales y disminuyendo la polución.
La idea de que las niñas se dedicaran a la investigación científica no era igual de bien recibida por todas las autoridades de su colegio. La física recuerda haber tenido que enfrentar comentarios desmotivantes, que hoy asocia a barreras de género que aún persisten en la ciencia. Por suerte, dice, pudo cobijarse en su profesora, quien le siguió enseñando todo lo que quería saber sobre los misterios de la física y los mecanismos de investigación. Cuando la profesora se cambió al colegio San Agustín, Valeska la siguió. Dice que en esas salas encontró el apoyo que necesitaba.
—Me ayudaron mucho para que pudiera hacer ciencia, me potenciaron y becaron, porque yo siempre salía en los diarios de la región y llegaba con premios para el colegio.
Con el proyecto de descontaminación de los relaves mineros, cuenta, ganó el primer lugar en el Congreso Regional Explora 2007 y tuvo que viajar a Punta Arenas para la premiación.
—A partir de ese momento, para mí fue todo nuevo. Por eso, le tengo mucho cariño al Programa Explora porque, de cierta forma, me abrió el mundo —dice—. Imagínate, fue mi primer viaje en avión. Partí haciendo ciencia escolar y luego de esa experiencia sabía que quería ser científica.
Desde ese viaje han pasado doce años. Ha recorrido todo Chile participando en ferias científicas y ha visitado distintos países de Sudamérica, a través de concursos de representación nacional. Uno de sus últimos viajes fue en junio a Barcelona, en donde estuvo un mes cursando una pasantía en la Universidad Autónoma de Barcelona, luego de recibir la beca Marie Curie. Desde su regreso, está convencida de que volverá a Europa para cursar su doctorado en los próximos años.
—En estos doce años, ¿ha cambiado cómo valoramos la ciencia?
—Hoy en día la sociedad valora mucho más la ciencia y tiene que ver con todo un trabajo que se ha hecho para llevarla hasta los medios de comunicación. El hecho de que José Maza salga casi todos los días en televisión y radio, es porque los medios de comunicación le dan espacio, y antes no era así. Esto se ve reflejado en los premios Chileno del Año, donde yo fui premiada como chilena joven y él como chileno senior. Estamos avanzando, pero falta mucho más en cuanto a inversión. Por ejemplo, invertir más en proyectos de ciencia para niños, porque la etapa de la niñez, como me sucedió a mí, es fundamental para despertar el bichito de la curiosidad.
—Cuando te acercaste a la ciencia sentiste prejuicios por ser mujer, ¿hoy es distinto?
—Con este premio que gané, algunas personas en redes sociales comentaron que me lo había ganado por ser simpática o que esperaban que no haya sido por cuota de género. Es absurdo que crean que si una mujer recibe un reconocimiento no es por mérito, sino por ser mujer. Eso me enfurece. Generalmente no respondo, pero esta vez lo hice y expliqué educadamente que todo se construye con trabajo, esfuerzo y dedicación. No me han regalado nada por ser simpática.
—Actualmente, das charlas de divulgación científica, muchas veces en colegios. ¿Percibes mayor interés de los niños por la ciencia?
—Como científicos debemos tener un rol social, que es llevar la ciencia a las personas. Para mí es una forma de devolver la mano, de incentivar a los niños y especialmente a las niñas, de mostrarles que pueden hacer lo que les apasiona. Hace un mes di una charla en La Serena frente alumnos de todas las edades y quedé sorprendida: estuve una hora respondiendo preguntas. Aunque también muchos me preguntan si siendo científicos van a ser pobres. En una de estas charlas, una niña me preguntó si daba para vivir, porque quería ser científica, pero su papá le había dicho que estudiara una carrera que le diera dinero. Le respondí que cuando uno hace las cosas que le apasionan, de alguna manera obtiene recompensas y llega al éxito. Siempre le digo a las niñas que sean valientes, que se arriesguen a hacer lo que quieren, que nadie les corte las alas.
Texto: Estela López