En su laboratorio de la Facultad de Odontología de la Universidad de Chile, la doctora Sonja Buvinic estudia la comunicación entre músculos y huesos. Estos tejidos están tremendamente vinculados y “conversan” entre sí, a través de señales mecánicas (cuando el músculo se contrae tracciona al hueso) y mediante moléculas: ambos secretan sustancias que transmiten información y generan modificaciones en uno u otro.
“Por ejemplo, cuando hay una fractura el músculo libera ciertos elementos que le indican al hueso que debe repararse para funcionar. Por el contrario, cuando existe parálisis de los músculos (por inmovilización, reposo prolongado, durante el envejecimiento o por accidentes que dañan los nervios motores), el hueso deja de recibir estímulos y entiende que debe degradarse. Es por esto que las parálisis musculares se acompañan luego de osteopenia y osteoporosis (pérdida ósea). Así, nosotros estudiamos cuáles son las moléculas que liberan los músculos y los huesos para poder comunicarse”, explica la investigadora.
Actualmente, la doctora Buvinic lleva adelante un proyectoFondecyt Regular respecto de esta intrínseca comunicación entre los tejidos de nuestra boca. Uno de sus más recientes hallazgos es preocupante: descubrió que el uso de inyecciones de botox (nombre comercial de la toxina botulínica tipo A, el veneno más letal conocido) para paralizar los músculos masticatorios y evitar así apretar los dientes, provoca serios daños en el hueso de la mandíbula.
¿Por qué las personas sufren de bruxismo?
La investigadora nacional señala que se trata de una actividad inconsciente, una “para-función” (pues no es un estado normal de la mandíbula) que consiste en apretar o rechinar los dientes. Puede ocurrir tanto en vigilia como durante el sueño. Aunque no hay cifras precisas de la incidencia de bruxismo en la población chilena, se sugiere que los “trastornos temporomandibulares” van en aumento en niños, adolescentes y adultos jóvenes.
Hay consenso en que la mayoría de las causas responde a factores psicológicos y emocionales o a agentes que perturban la rutina del sueño: estrés, ansiedad, depresión, consumo de alcohol, cafeína y tabaco. Para prevenir o tratar esta alteración, la recomendación médica es intentar atacar las causas de base y no el efecto final, que es la contracción de los músculos masticatorios, según relata la académica.
Las consecuencias del bruxismo son múltiples y van desde el dolor muscular, pasando por el desgaste y la fractura de piezas dentales, hasta daño óseo a nivel del cóndilo mandibular, que es la cabeza de la mandíbula que conecta con el cráneo.
Daños en el hueso cuando el músculo es paralizado con botox
“La toxina botulínica no está aprobada por la FDA (Food and Drugs Administration, EEUU) para su uso en el aparato masticatorio, ni para la mayoría de los fines estéticos con que se utiliza. Su administración está desregulada y no existe evidencia clínica que valide su efectividad en el tratamiento de bruxismo. Intenta atacar el último eslabón de la patología (la contracción muscular) sin abordar todos los factores previos: estrés, ansiedad, depresión y mala rutina de sueño”, detalla la investigadora del Laboratorio de Biología Celular y Molecular de la Universidad de Chile.
“De acuerdo a nuestra teoría, un hueso asociado a un músculo inactivo debiera entender que no es necesario y debe degradarse. Eso es exactamente lo que ocurre. Cuando inyectamos botox en el músculo masticatorio de ratones, éste se atrofia y el hueso del cóndilo mandibular se deteriora significativamente en un período de dos semanas luego de la inyección. El efecto ocurre con una única dosis. Debido a esto y a la falta de evidencias que demuestren alguna utilidad de la toxina botulínica en el tratamiento de estos trastornos, intentamos llamar la atención respecto de su uso indiscriminado”, comenta la doctora Buvinic.
Para aminorar las molestias, recomienda aplicar técnicas de ‘higiene del sueño’, que han tenido muy buenos resultados en pacientes con bruxismo: disminuir consumo de sustancias inductoras (drogas y alcohol); evitar el uso de dispositivos electrónicos horas previas a acostarse; intentar dormir siempre a la misma hora y una cantidad adecuada según la edad; así como realizar ejercicio físico.
“Aunque esta rutina requiere de un esfuerzo directo del paciente, es mucho más beneficiosa y menos nociva para el organismo que cualquier otro tratamiento mecánico o farmacológico. El problema es que, en la sociedad actual, las personas buscan soluciones fáciles y rápidas, que no les generen demasiado esfuerzo”, advierte.