El ingeniero Rodrigo Moreno ganó el Premio Newton de la Royal Society inglesa, gracias a su propuesta para mejorar nuestro sistema eléctrico frente a los embates de la naturaleza.

Chile es un país de terremotos. Cada tanto, la tierra sacude todo y nos obliga a volver a poner en pie lo que cayó, y reparar lo que se estropeó. Un proceso difícil con el que hemos aprendido a lidiar como país, sobre todo a nivel arquitectónico, pero que se hace mucho más arduo cuando luego de los sismos vienen los cortes de luz. Entonces, hay que planificar a oscuras: los refrigeradores se detienen, los celulares se descargan, la comunicación se dificulta.

El ingeniero civil Rodrigo Moreno, investigador del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería, ubicado en la Universidad de Chile, lleva años buscando una solución. Por eso, desde 2015 trabaja con la Universidad de Manchester y la Universidad Católica en el desarrollo de una propuesta de resiliencia energética ante desastres naturales. Por ese trabajo, el mes pasado consiguió el prestigioso Premio Newton de la Royal Society británica, que otorga 260 mil dólares de financiamiento al proyecto ganador y busca apoyar investigaciones innovadoras que podrían aportar al bienestar social y el desarrollo económico de todo el planeta.

—No esperaba para nada ganarlo —dice Rodrigo, de 39 años y recién llegado de Londres, en donde recibió el premio de manos del químico Venkatraman Ramakrishnan, presidente de la Royal Society y ganador del Premio Nobel de Química en 2009.

El ingeniero civil Rodrigo Moreno, reciente ganador del Premio Newton.

Su propuesta es clara: minimizar los problemas de suministro eléctrico que ocurren por causa de  los eventos extremos de cualquier tipo, como terremotos, aluviones y erupciones de volcanes. En Chile, la energía eléctrica corre por el Sistema Eléctrico Nacional, algo así como una gran carretera por donde se mueve la luz de norte a sur. El principal problema es que un evento en cualquier punto de esa carretera puede eventualmente afectar al resto del sistema eléctrico, como cuando un accidente en una autopista genera un taco que afectan a conductores que están lejos del lugar.

Con eso en mente, el ingeniero decidió hacer un diagnóstico del problema, que arrojó resultados muy reveladores: un chileno vive, en promedio, 1.105 minutos de cortes de electricidad al año, mientras que en Dinamarca, por ejemplo, son sólo 10 minutos. En Alemania, 33, y en España, 58.

Terminada esa etapa, Rodrigo y su equipo se concentraron en desarrollar tres estrategias para fortalecer el sistema. Primero, identificar aquellos talones de Aquiles donde el sistema es más frágil, para fortalecerlos. Por ejemplo, instalando tecnología antísmica en las subestaciones, desde donde se distribuye la energía hacia todo el país. Los puntos más críticos del sistema eléctrico chileno, explica el ingeniero civil, están a la salida de Santiago —en Cerro Navia y Alto Jahuel—, y en las subestaciones Crucero y Encuentro, frente al desierto de Atacama, que alimentan principalmente la actividad minera.

La segunda estrategia, tras fortalecer los puntos débiles del sistema, es probablemente la más ambiciosa: construir una segunda carretera energética entre Atacama y Santiago, paralela a la que hoy existe, que pueda reemplazar a la principal en caso de emergencia. Una inversión que rondaría los 1.200 millones de dólares.

—Eso significa, en lugar de tener un gran corredor, tener dos. Como si pusieras una bypass en paralelo a la principal columna vertebral energética del país. Falla una, se usa la alternativa. Para el terremoto del 2010 colapsó todo el sistema interconectado central —explica el investigador—.  Son inversiones caras, pero traen un beneficio tremendo.

 

El ingeniero hizo un diagnóstico del problema: un chileno vive, en promedio, 1.105 minutos de cortes de electricidad al año, mientras que en Dinamarca, por ejemplo,  son sólo 10 minutos. 

 

Moreno llama a la tercera estrategia la “parte social”: un plan para que los mismos usuarios presten resiliencia al sistema. Desde los propios municipios hasta las empresas privadas, condominios o juntas de vecinos, cree el ingeniero, se podrían organizar para instalar sistemas comunitarios que les permitan ser más independientes de la red eléctrica nacional.

—Hoy existen baterías accesibles, como las que vende Tesla, que las instalas en la muralla de tu casa y te pueden dar varias horas de independencia. A nivel de casas puede ser caro, pero instaladas por comunidades resulta más barato.

Planteadas esas tres alternativas, el equipo desarrolló un modelo matemático que les permite simular cómo se comportaría el sistema, por ejemplo, ante un fuerte terremoto en Arica o un aluvión en Santiago. Con esos simulacros numéricos, dice Moreno, son capaces de escoger las medidas más adecuadas según el contexto. En ese sentido, cree que Chile no debería aspirar a menos que la perfección de su sistema eléctrico. Su frase de cabecera, dice el reciente ganador del Premio Newton, es una que dijo Mahatma Ghandi: La calidad de nuestro trabajo es lo que complacerá a Dios, no la cantidad.

¿Buscas la perfección del sistema eléctrico chileno?

—Sí, siempre. Debemos aspirar a la perfección, porque implica el máximo esfuerzo y la posibilidad real de hacer algo bueno, en términos absolutos. Aunque sea imposible. En eso estamos.

 

Texto: Javier Rodríguez