Pronosticar dónde y cuándo ocurrirá un terremoto sería clave para la población. Por eso, cuando un grupo de científicos del Departamento de Física de la Universidad de Chile publicó en la revista Annales Geophysicaelos resultados de su investigación, donde aseguran que existiría una estrecha relación entre el campo magnético terrestre y la ocurrencia de sismos, el teléfono del líder del equipo, Enrique Cordaro, comenzó a recibir llamados desde todas partes del mundo.
“Por primera vez estamos ante un modelo que puede predecir movimientos telúricos; algo que desde la sismología, que ha estudiado el movimiento de las placas tectónicas, no se había podido lograr. Es la Tierra la que dice cómo es el fenómeno: baja el campo magnético y empieza a temblar”, explica el doctor Cordaro.
El esquema se basa en la relación que existe entre la brusca caída del campo electromagnético del planeta -que es la capa que nos protege contra las radiaciones del espacio- y los recientes terremotos ocurridos en Indonesia (2004), Chile (2010) y Japón (2011).
Al acomodarse las placas tectónicas se generan unas ondas de frecuencia determinada, las que se trasladan a través de la superficie terrestre y luego disminuyen drásticamente. Luego, entre 30 y 45 días después de ese cese de las ondulaciones ocurre un terremoto. Así sucedió en el 27/F, indican las conclusiones de esta investigación. Es decir, la ciencia podría predecir un cataclismo con un mes de anticipación aproximadamente, en una fecha estimativa con un margen de error de unos días.
Esta relación, detallada en el artículo “Tasa de variación latitudinal de la rigidez del corte geomagnético en el margen convergente activo de Chile”,la descubrieron por casualidad, pues el foco estaba en la medición de la llamada anomalía magnética del Atlántico, que consiste en un debilitamiento de este campo de fuerza. “Cuando investigábamos, me acordé de las placas terrestres y dije ‘esto es igual que tomar una colcha y agitarla, tiene que haber ondas’”, expresa el investigador, experto en radiación cósmica.
Junto a su equipo –integrado por los científicos Patricio Venegas, de la Universidad de Chile y David Laroze de la Universidad de Tarapacá-, se preguntaron si lo observado en el terremoto del Maule (8.8 Richter) correspondía a una eventualidad. Así que analizaron también el mega sismo de Tohoku (Japón) y el de Sumatra (Indonesia), ciudades ubicadas en placas tectónicas diferentes, y el modelo científico resultó idéntico.
Cordaro cuenta que estas conclusiones causaron entusiasmo en otro equipo de investigadores que estaba midiendo las mismas ondas usando satélites, cuyos datos calzaban con los recogidos desde la superficie terrestre por los chilenos. “Éste es un primer paso; en cinco años más podríamos tener un modelo predictor completo. Para esto es necesario continuar con esta investigación, sumando la información de los otros sismos ocurridos en Chile en el pasado reciente: Iquique en 2014 (8.2 Richter) e Illapel en 2015 (8.3 Richter)”, explica el físico.
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