A primera vista, parece un día cualquiera. Es el domingo 6 de octubre, son poco más de las tres de la tarde, y la gente camina frente al Parque Quinta Normal. El sol golpea las calles, atestadas de familias y de vendedores ambulantes. Pero es un domingo diferente y los que caminan por allí no tardan en notarlo: abajo, en el amplio espacio de la estación de metro que lleva el mismo nombre, varios grupos de personas se reúnen alrededor de stands. Algunos explican formas de obtener energías limpias, otros los efectos del calentamiento global o las medidas con las que podemos ayudar a frenarlo. Están a cargo de estudiantes de carreras científicas de la Universidad de Chile, quienes responden las preguntas de aquellos que se acercan. Hay sobre todo adultos, pero también bastantes niños y jóvenes, y todos quieren saber lo mismo: qué ocurre realmente con el cambio climático en Chile.
Todas esas preguntas y las respuestas que reciben —explicadas a través de artefactos científicos, luces y aplicaciones del celular— son parte de “Explorando la COP25: Encuentro Ciudadano frente al Cambio Climático”, el evento organizado por el PAR Explora RM Sur Poniente y la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, como parte de las actividades realizadas en todo el país para festejar la Semana Explora, para cimentar la llegada de la COP25 al país, la gran cumbre mundial sobre cambio climático. El objetivo es claro: incentivar a las personas a ser partícipes de los cambios, a interesarse, entendiendo que el problema también puede ser mitigado con nuestras acciones.
—Hoy la gente está muy interesada en el cambio climático, tiene conciencia sobre lo que está ocurriendo y sabe que ya no se trata sólo de reciclar —dice Constanza Ulloa, de 23 años, estudiante de Geología en la Universidad de Chile y una de las monitoras—. La divulgación es clave, permite mostrar que la ciencia es importante y que todos tenemos que preocuparnos por la Tierra. Aquí nos preguntan muchísimo, especialmente los niños. Muchas veces, de hecho, son ellos quienes se acercan y traen a sus papás.
Justo cuando termina de decir eso, una mujer le pregunta si realmente es posible producir energía a través de un volcán. Constanza sabe la respuesta, pero antes de responder le muestra una maqueta —que imita a una planta de geotermia— y luego un smartphone. Lo prende, lo apunta hacia la maqueta y entonces se ven: unos tubos bajo tierra capaces de extraer calor y producir electricidad, sin importar las condiciones del clima. En Chile, dice, se usa pero todavía es un método poco conocido, a pesar de ser una de las alternativas más viables para reemplazar el carbón en la producción de energía.
A pasos de allí, en el suelo de la estación, varios rectángulos entregan información: cómo la pérdida de vegetación ha afectado el hábitat de muchas especies, amenazando su supervivencia; cómo la diversidad de nuestros bosques nativos ayuda a evitar los incendios forestales. Un poco más allá, unos círculos rojos nos cuentan del mundo invisible que existe debajo de nuestros pies: millones de microorganismos que regulan el reciclaje de nutrientes.
Pero en el lugar no sólo hay información, sino también preguntas. El metro, de hecho, esta repleto de ellas: ¿qué le pido a los participantes de la COP25? ¿cómo me comprometo a frenar el cambio climático? Entre medio de esas interrogantes está el stand de Danae González, de 25 años y antropóloga de la Universidad de Chile. Su sección es simple, sólo contiene cuatro láminas, y cada una de ellas explica una acción personal para mitigar los efectos del cambio climático: usar menos el auto y más el transporte público, fomentar el reciclaje, reutilizar lo que consumimos. La idea es que las personas pongan un post it en aquellas que se comprometen a realizar, para así volverse parte del cambio.
—Siempre tuve la idea de que el metro era sólo un lugar de paso, pero la gente se detiene, pregunta, y eso demuestra el alto interés en el tema —dice la monitora—. Hemos podido abarcar a todas las generaciones, y visto una postura muy crítica sobre lo que está ocurriendo. Si bien entienden que todos debemos ser partícipes, también se preguntan qué están haciendo hoy las empresas o las autoridades para mitigar los daños.
El Salón Pablo Neruda, al fondo de la estación, está repleto de esas inquietudes. Hay más de sesenta personas —jóvenes, padres con sus hijos— que participan de un conversatorio sobre cambio climático. Allí, varios investigadores exponen de la COP25 y su importancia, y sobre cómo se vive la crisis climática en algunos territorios del país. El silencio es absoluto, sólo interrumpido por niños que revolotean alrededor de las sillas. Afuera de ese salón esta Emilio Méndez, de 23 años, estudiante de Ingeniería Eléctrica en Beauchef. Su tarea es explicar cuáles son los distintos tipos de energía que se generan en Chile —hay un largo mapa del país que grafica, con luces, cada tipo— y por qué es fundamental avanzar hacia aquellas que son renovables. Reconoce que no ha sido una tarea del todo fácil y que, probablemente, lo más complejo es saber enseñar y entretener, al mismo tiempo.
—A veces cuesta hablarle a la gente sin aburrirla. Pero si lo hacemos de forma llamativa, con este tipo de cosas donde pueden interactuar, acercamos realmente la ciencia a la ciudadanía —dice, y luego agrega:—. Yo quiero trabajar en esto y si bien la parte técnica es fundamental, también debemos saber explicárselo a la ciudadanía y hacerlos parte.
Texto: Carolina Sánchez
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