Evgenia Spodine lleva casi 30 años de docencia en la Universidad de Chile, casa de estudios donde ingresó a la primera generación de Licenciatura en Química, cuando las mujeres eran solo un 10% del total de alumnos. Recientemente, obtuvo el Premio Amanda Labarca 2017 por su relevante trayectoria investigativa, reconocida dentro y fuera del país, en la que destacan más de 162 publicaciones en revistas y 60 artículos de su autoría. Además, a principios de este año fue elegida como miembro de la Academia de Ciencias de América Latina, ACAL, honores por los cuales se muestra orgullosa.
“Creo que coronan mi carrera académica dentro de la Universidad de Chile y, sobre todo, mi trabajo de investigación y su renombre internacional. Por lo tanto, es un halago”, comenta la especialista en química inorgánica.
Las tierras raras o REE, están conformadas por 17 elementos químicos de la tabla periódica. Estos elementos pueden tener diversas aplicaciones estratégicas en la industria tecnológica, como la iluminación, pantallas LED, óptica, baterias portatiles, entre otras. |
¿Cómo evalúa la relación entre desarrollo tecnológico y el mundo académico y privado en Chile?
Diría que el desarrollo tecnológico está en una etapa primaria, donde las universidades han logrado acercar un poco la parte básica a las empresas, pero falta muchísimo todavía. El compromiso de las empresas con la investigación e innovación todavía es precario; todo lo que es desarrollo tecnológico e innovación corre por parte de CONICYT, por lo que echo de menos una participación más potente desde el sector privado.
Perseverancia y voluntada prueba de obstáculos
La académica, que integra la Comisión Superior de Evaluación Académica de la Universidad de Chile y fue presidenta de la Sociedad Chilena de Química, considera que la docencia tiene un lugar importante en acortar las brechas de género. “Una de las formas es lo que está haciendo CONICYT de llevar charlas motivacionales a niñas de último año para incentivarlas a estudiar ciencia, como es la iniciativa 1000 Científicos 1000 Aulas, o los contenidos de mujeres científicas en la página web o redes sociales, demostrándoles a todas las niñas y jóvenes que pueden participar en esta hermosa aventura y que el hecho de ser mujer no implica ninguna falencia, solo hay que tener la voluntad y el deseo de dedicarse a esa área”, comenta.
La doctora Spodine dice que otra manera de acercar a las niñas y jóvenes al mundo científico es a través de ejemplos: recuerda que su padre y su madre eran químicos, él ingeniero y ella licenciada; aunque su interés por esta materia surgió durante la educación media, cuando una profesora le inculcó lo maravilloso del área experimental de esta asignatura. Luego, en la universidad, fue ayudante de química inorgánica, lo que fomentó sus ganas de trabajar en investigación, donde surgió el principal desafío de su carrera: el financiamiento.
“En esa época no existía CONICYT con sus Fondecyt, entonces las platas había que conseguirlas con el decano y dar muchas explicaciones para que compraran los reactivos. De hecho, tuve que pagarme las entradas a los congresos a los que asistía y todos los viajes, porque no existían las becas que hay ahora”, explica.
Otros de los obstáculos que tuvo que enfrentar surgió cuando fue a Estados Unidos a hacer una estadía de investigación con el Plan Chile-California, un programa que ayuda a desarrollar la ciencia en nuestro país. “Cuando viajé ya estaba casada y me dieron una visa de estudiante con el apellido de mi marido y cuando llegué allá no me querían pagar la beca porque no figuraba en ninguna parte con ese nombre, así que perdí tres meses en demostrar que yo era esa persona… y cuando llegué al Departamento de Química hicieron una reunión para presentarme y el director me preguntó qué hacía ahí, si debería estar cuidando a mis hijos”, recuerda.
Por su experiencia, Spodine recomienda a las niñas que están interesadas en desarrollar una carrera científica que sean perseverantes y resilientes, dado que “no solamente hay que tener inteligencia, hay que saber insistir y emprender ciertas actividades, aun cuando el medio sea adverso. Eso siempre ha existido y creo que va a seguir por un tiempo más, pero hay que botar esas barreras”.
“Las mujeres tienen tantas o más habilidades que los hombres para hacer ciencia y sólo deben atreverse, porque tienen más capacidad para asociarse y trabajar en grupo que los varones. Eso es sumamente importante porque el científico aislado en su laboratorio ya no sirve: la ciencia es multidisciplinaria y hay que crear lazos con distintas personas para que realmente la investigación tenga un nivel de desarrollo importante”, concluye.