• Peces e invertebrados se orientan, comunican e intercambian información a través del sonido, aspecto clave para su supervivencia. Por ello, es primordial comprender de qué manera la contaminación acústica puede provocar severos impactos en estas especies. 

Cuando Iván Hinojosa realizaba su doctorado en Australia, comenzó a estudiar cómo el sonido de los arrecifes orientaba a larvas de langosta, que nadaban varios kilómetros desde el mar abierto hasta las aguas costeras, para hallar un lugar donde establecerse. Son las interacciones de las distintas especies en un arrecife las que generan un ruido particular, como los de un vecindario, y que se transforman en señales sonoras que guían a las larvas. La investigación de la langosta australiana demostró, precisamente, el rol clave del sonido subacuático, e inspiró un innovador proyecto, esta vez en el océano Pacífico que baña a Chile. 

Así nace la investigación “Sonido submareal de islas oceánicas como señal de orientación para el asentamiento de invertebrados y peces”, financiada por Fondecyt y cuyo objetivo es investigar el papel que juegan los ruidos del ambiente en la fauna marina del Archipiélago de Juan Fernández, Isla de Pascua e Isla Quiriquina. La iniciativa, que comenzó en 2017, también cuenta con el apoyo del Núcleo Milenio de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (ESMOI).

“El sonido puede servir como una señal de orientación que permite a distintas especies de peces e invertebrados encontrar un lugar donde asentarse. Eso es lo que estamos investigando, porque si bien hay algunos ejemplos en la Gran Barrera de Coral de Australia y en Estados Unidos, entre otros, casi no disponemos de información sobre esto en nuestro país”, explica Iván Hinojosa, hoy académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, e integrante de ESMOI y del Centro de Investigación en Biodiversidad y Ambientes Sustentables (CIBAS). 

Para registrar los ecos submarinos, los investigadores utilizan un hidrófono, instrumento que graba durante 24 horas el ambiente o las vocalizaciones de las especies que se encuentran en las zonas de estudio. 

Si bien la bioacústica –ciencia que estudia la relación entre los seres vivos y el sonido– es conocida por investigar la conducta de mamíferos marinos, como las ballenas, poco se sabe sobre otros organismos más pequeños, tales como peces e invertebrados (crustáceos, moluscos, entre otros). 

“Los peces vocalizan para atraer a la hembra, como sucede también con los pájaros en un bosque. Durante la tarde y noche puedes escuchar un coro de peces que vocaliza, muy similar a las aves cuando comienzan a cantar al amanecer y al anochecer. Pasan cosas muy parecidas debajo del agua, pero hasta el momento no sabemos tanto sobre la relevancia ecológica de esto”, relata Hinojosa.

Carlos Gaymer, director de ESMOI, agrega que “esta línea de investigación es relativamente nueva. Es tremendamente interesante entender cuál es el rol que tiene el sonido en las poblaciones de las especies que forman parte de los ecosistemas costeros. No todas ellas van a actuar exactamente igual, y no porque ciertas cosas ocurran en otros lugares será igual acá.”

Camarones y humanos bulliciosos 

 

Hinojosa cuenta que “cuando colocas el hidrófono, lo primero que vas a escuchar cerca del arrecife o de la costa son clics, como cuando chasqueas los dedos. Ese ruido lo emiten los camarones pistoleros, los cuales están en todas partes. Son los que meten más bulla.”

Sin embargo, las grabaciones revelan interesantes diferencias entre los ruidos del mar fernandeziano, pascuense y quiriquinense. La cantidad de peces que vocalizan en Juan Fernández es considerablemente mayor que en cualquier otro sitio. Además, se ha detectado una superior diversidad de sonidos comparados con los otros ecosistemas. 

En cuanto a Isla de Pascua, se han identificado vocalizaciones de algunos peces como el pez cirujano (maïto en lengua rapa nui). Un día, después de una intensa jornada de trabajo en las aguas pascuenses, las grabaciones incluso registraron el inesperado canto de ballenas jorobadas que pasaban por el lugar.

Por último, en Quiriquina, escasean las vocalizaciones de peces y predominan los sonidos producidos por invertebrados, como los camarones pistoleros. 

Un aspecto relevante que abordará la investigación de Fondecyt es el impacto que tiene el ruido generado por las actividades humanas. Actualmente, se sabe que la contaminación acústica puede afectar la fisiología y la conducta de las especies marinas, amenazando incluso su sobrevivencia, una de las razones que hace necesario investigar en profundidad.

“Los sonidos de origen humano, como los producidos por la actividad portuaria o la navegación, pueden enmascarar los sonidos naturales que emiten los animales adultos para atraer a las larvas. Si el ruido humano ‘tapa’ los sonidos naturales, puede generar un impacto en el asentamiento e incorporación de las larvas a las poblaciones de su propia especie, acarreando consecuencias en los ecosistemas, así como en otros aspectos como la disminución de recursos disponibles en áreas donde se pesca, etc.”, advierte Gaymer. Ése es el objetivo final: evaluar el impacto de los ruidos antrópicos. 

Observa y escucha estos paisajes acústicos…