Los anfibios, los corales, los humedales. Los insectos, los bosques tropicales, los tiburones. Todos están en peligro, pero no sólo ellos. Según confirmó el primer informe de esta década de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), un órgano creado en 2012 bajo el alero de las Naciones Unidas, casi un millón de especies está en peligro de extinción. La pérdida de la biodiversidad, que según sus datos está ocurriendo con una rapidez sin precedentes, tiene cinco culpables: el cambio climático, la explotación de los suelos, la caza, la contaminación y las especies invasoras.
El informe, que llevó tres años de trabajo e involucró a más de 550 expertos de todo el mundo, evaluó las condiciones de cada región del planeta —las Américas, Asia y el Pacífico, África y también Europa y Asia Central— sin entregar datos por países. El doctor en Ecología Forestal, Aníbal Pauchard, académico de la Universidad de Concepción e investigador del Instituto Milenio de Ecología y Biodiversidad (IEB), participó en la elaboración del apartado dedicado a las Américas, evaluando el impacto que las invasiones biológicas tienen sobre los ecosistemas.
Para el científico chileno, uno de los grandes aportes de la publicación es reflejar el valor real de la biodiversidad, dejando en claro que es indispensable para el bienestar de las personas. Por ejemplo, el informe presenta cifras concretas sobre el valor económico que la naturaleza le genera al ser humano. Para las Américas, más de 24 billones de dólares al año, equivalente al PIB de la región. Lo preocupante es que el 65% de estas contribuciones estaría disminuyendo.
—Lo que el informe trató de hacer, y encuentro que se logró, es cambiar la manera en que vemos la biodiversidad —dice Pauchard, de 45 años—. Eso es fundamental para no reducirla a una preocupación científica, y entender que es una pieza fundamental de la estructura social y económica. Ese cambio tiene bastante sentido, porque los científicos hemos estado más de 50 años tratando de convencer a la sociedad de que la biodiversidad es importante, pero no nos cree todavía. La sociedad no entiende que es la sustentabilidad del ser humano la que está en juego.
—Una de las grandes propuestas del informe es revisar el sistema económico.
—En ese sentido, nuestros hallazgos como IPBES mueven el piso, y dejan claro que no es posible hacer políticas sin modificar el sistema económico. El actual modelo extractivista no es sustentable desde el punto de vista de la biodiversidad; su impacto es tremendo. Por ejemplo, la escasez de agua por los cultivos intensivos agrícolas o forestales, o los relaves mineros. Qué tantos cambios se hagan va a depender de cómo cada sociedad logra un modelo que incluya a la biodiversidad dentro de la ecuación. No podemos seguir pensando que es algo accesorio.
—Una de las mayores amenazas para el planeta, según el informe, son las especies invasoras. ¿En Chile también existe ese peligro?
—Chile, como casi todos los países de la región, tiene problemas complejos en ese sentido. Muchas de las especies que se han traído, como los salmones o algunas plantas, traen beneficios para la sociedad, pero si no se siguen protocolos de bioseguridad terminarán causando un impacto real. En el país hay ejemplos de errores históricos, como la introducción del castor o del visón, que se trajeron para hacer peletería y se volvieron invasores. Nuestro país, al estar en crecimiento económico, está explorando cultivos y formas de producir. Eso significa traer nuevas especies, pero es necesario hacer análisis de riesgo, que muchas veces son inexistentes.
—Con respecto a la pérdida de especies, ¿qué tan grave es nuestra situación?
—Hay que entender que el hecho de que estén en peligro no significa que mañana van a estar extintas, sino que, si todo sigue igual, lo van a estar en cierta cantidad de años, que pueden ser 50 o cien. En Chile tenemos varias especies que están súper complicadas, como algunos anfibios, los peces de agua dulce y algunas plantas, como el queule o las araucarias.
—¿Qué pasaría si desaparecieran?
—La metáfora tradicional es la de un avión al que le vas sacando piezas, remaches o tornillos. ¿Cuántos tornillos puedes sacar sin que el avión se caiga? A menos que sea muy clave, perder una especie puede no ser tan grave. El tema es que generalmente vas perdiendo conjuntos de especies. Por ejemplo, si eliminas un árbol, también desaparecen los hongos, los insectos y las bacterias asociadas a él. El proceso puede ser escalonado e irse acelerando rápidamente.
—¿En Chile existe preocupación por solucionar estos problemas?
—Creo que sí, pero no es transversal en la sociedad. Hay sectores muy preocupados, como la academia, las organizaciones ambientalistas y parte de las autoridades, pero todavía falta hacer un esfuerzo para que deje ser un tema biológico y pase a ser un tema país. No es fácil, pero esa es la meta.
Texto: Rafaela Lahore