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“Las huertas serán las que responderán a las necesidades humanas cuando el planeta entre en crisis ecológica”, afirma con contundencia el doctor en ciencias del bosque y agrónomo de profesión, Tomás Ibarra, quien por estos días organiza el IX Encuentro de la Red Internacional de Huertos Educativos (RIHE) con la convicción de que la revitalización de este tipo de cultivos puede ser clave en la actual crisis socioambiental que afecta a la humanidad.
Ibarra, quien integra el Centro UC Desarrollo Local, conoce en profundidad los efectos bioculturales de las huertas y apuesta por la expansión de ellas para provocar cambios virtuosos en el medioambiente, las personas y sus relaciones.
“La huerta, el trabajo de compostaje y nutrición del suelo nos lleva a tener un ecosistema más resiliente a los cambios. Las huertas se caracterizan por tener un uso acotado de agroquímicos y altos niveles de materia orgánica que no van produciendo el cansancio del suelo que sí se produce con la agricultura intensiva industrial”, explica el científico, quien es autor de la publicación “Estado del Conocimiento sobre Huertas Familiares en Chile: Agrobiodiversidad Cultural en un mismo espacio”.
El investigador afirma que a través de su desarrollo, las huertas potencian un espacio biológico que alberga materia orgánica, microorganismos, plantas, hongos y animales que desarrollan un ciclo de vida que limpia la tierra y permite la producción de alimentos saludables. “Las huertas pueden ser realmente refugios bioculturales donde ocurren procesos de domesticación de plantas y generación de nueva diversidad biológica que contrarrestan los efectos del cambio climático”, agrega el académico. Pero el impacto iría aún más allá de lo puramente biológico.
Elodia Burgos, de 72 años, es de Villarrica. Los cultivos son parte de la historia de su vida y de su identidad familiar. “Siempre he tenido huertas y siempre he tenido que ver con plantas”, cuenta con orgullo. Dice que aprendió sobre la tierra, frutos y hortalizas por medio de la observación y es consciente de los beneficios que genera el trabajo con la tierra; nada nuevo para ella. “El recorrido de la huerta es un proceso sicológico”, afirma.
“Si viene una amiga y ella no tiene porotos, yo mando porotos para allá; si la otra tiene lechuga, ella manda para acá. Pero además de compartir los frutos, se comparten las experiencias y lo que uno sabe. Se puede formar una comunidad en torno a la huerta”, agrega Burgos, sin un ápice de duda.
Justamente es esa transmisión de conocimiento que cuenta Elodia la que Ibarra y su equipo pretenden expandir con la RIHE de este año. El evento, que por primera vez se realizará en Chile, ocurrirá entre 27 y 30 de noviembre y contará con más de 250 participantes de Asia, Europa y América, 30 expositores científicos, campesinos y educadores tradicionales.
El compostaje es otro proceso fundamental que participa de la cultura de la huerta. La preocupación por la ecología a nivel mundial encontró en las huertas y su ciclo de compostaje una herramienta para reducir la pérdida de suelo y capturar CO2, instalándose en ciudades y comunidades donde, además de mitigar los efectos de la contaminación, favorecen la salud y la economía de las personas que las desarrollan.
Marianna Soto y Josefina Meier son fundadoras de Organicultura Pucón, una microempresa dedicada a recolectar y compostar los desechos orgánicos de las personas que viven en la zona, enriqueciendo el suelo con nutrientes para el cultivo de plantas y hortalizas.
“Cuando hablamos de suelo, tenemos que entender que está compuesto por diversos elemento: aire, agua, distintos tipos de arena, limo, arcilla y materia orgánica. Todo esto es solo el 5% y es una fracción muy importante porque es donde germinan las semillas, donde las raíces se alimentan y donde vive esta microbiología que favorece que las plantas se puedan alimentar”, explica Meier.
Según un estudio realizado por la Fundación Basura, se estima que diariamente cada persona produce 1,5 kilogramos de basura de la cual el 50% es materia orgánica y termina en rellenos sanitarios. Estos residuos orgánicos podrían regresar a la tierra en los mismos lugares donde se producen, enriqueciendo los suelos y disminuyendo los costos en transporte y disposición en los rellenos.
En 2014, una publicación de la FAO, que tomó experiencias de huertas urbanas en 110 ciudades de 23 países, destacó el carácter crucial de dichas huertas para la seguridad alimentaria y nutricional. El reporte valoró la generación local de alimentos, la generación de empleos, la creación de espacios verdes y destacó que las mujeres son las principales impulsoras de estos proyectos.
Sobre Chile, Ibarra es enfático en que el catastro e información son exiguos. En 2012, la Organización de Cultivos Urbanos contabilizó 39 huertos urbanos solo en Santiago, pero el impulsor del RIHE estima que después de siete años ese número se ha multiplicado y la masificación está ocurriendo en todo el país, sin embargo no existe documentación. Mientras tanto, la corriente de las huertas rurales y urbanas tendrá su próximo encuentro, esta vez con foco en la educación, reuniendo en La Araucanía a personas de todo el planeta que tienen la firme convicción de que una huerta puede cambiar el mundo.
Artículo: Christian Borgeaud y Francisca Celume
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