La diminuta belleza de un picaflor

PicaflorDeArica2
  • 13 febrero, 2020

El picaflor de Arica, de siete centímetros, es una de las aves más pequeñas del mundo. Este habitante de los valles fértiles de la región de Arica ha ido desapareciendo en las últimas décadas, al punto de convertirse en una de las especies más amenazadas de nuestro país. Por eso, un grupo de expertos ha diseñado un plan para salvarlo.

 

Poco más de un kilo. Eso pesarían, si se sumaran, todos los picaflores de Arica del mundo. Son tan pequeños y tan pocos —cerca de 500 ejemplares—, que entre todos pesan lo mismo que unas seis manzanas; cada uno, lo que una moneda de diez pesos. Este picaflor nativo de Chile, llamado Eulidia yarrellii, apenas mide entre 7 y 8 centímetros, y es una de las aves más pequeñas del planeta. Por eso, a mediados del siglo pasado, el inglés Jack Goodall, pionero de la ornitología de nuestro país, la describió como la “guagua de los picaflores”.

Los machos llevan un parche púrpura con tonalidades azules en la garganta, mientras el pecho de las hembras es completamente blanco. Su vocalización es suave y quien la oye suele recordar el sonido de las cigarras. Su aleteo invisible recorta el aire de una sola región del planeta: los valles fértiles de Azapa, Vitor y Camarones, en Arica. Allí, en esas tierras primaverales, aletean en búsqueda del néctar que les permite vivir. Cuando lo encuentran, hunden su delgado pico —de hasta 1,5 centímetros— en flores también pequeñas, como las del chañar, el chingoyo o la chilca. A veces, atrapan los insectos que se cruzan en su camino. Para ellos, la alimentación es siempre urgente: su metabolismo es tan acelerado que necesitan comer cada 15 minutos.

Una de los científicas que más conoce a estas aves es Ilenia Lazzoni, doctora en Ciencias y parte del directorio de la Unión de Ornitólogos de Chile (Aves Chile). Nacida en Italia hace 41 años, criada entre los campos de Liguria, estuvo en contacto con la naturaleza desde su infancia. Hace 12 años llegó a Chile, donde fue cautivada por la levedad y belleza de estas aves americanas.

El picaflor de Arica adulto apenas mide 8 centímetros.

—Los picaflores están solamente en este lado del mundo, así que son muy especiales para mí, que los veía en los documentales —dice al teléfono Lazzoni—. Aluciné al verlos de verdad, sobre todo a esta especie, que son tan pequeñitos y tan perfectos. Una se enamora. Se me dio la oportunidad de hacer mi tesis de doctorado sobre ellos y desde entonces he seguido trabajando para ver qué se puede hacer para esta especie.

Cuando Lazzoni dice eso —qué se puede hacer— quiere decir para evitar que desaparezcan. El panorama es desalentador: es una de las especies más amenazadas de nuestro país y, si no se hace nada, podría extinguirse en cinco años. Con esa preocupación en mente, Aves Chile y la U. de Chile realizaron en 2003 el primer conteo de su población. Desde el 2006 lo han seguido realizando de forma continua para controlar su evolución. Las noticias no son buenas: si en 2003 eran 1500 ejemplares, ahora han descendido a un tercio. De hecho, en zonas donde el picaflor vivía antiguamente, como el sur de Perú, se ha declarado extinto.

La ornitóloga cuenta que hay tres factores principales que los han puesto en peligro. El primero es la degradación de su hábitat. Hasta 2008, el valle de Azapa albergaba la mayor población de picaflores, pero hoy quedan pocos. Ubicado a pocos kilómetros de Arica, es una zona agrícola por excelencia. Eso ha generado que muchos sitios hayan sido quemados o transformados en zonas de cultivos de tomate, porotos verdes, pimentón o frutas. El segundo factor, relacionado al anterior, es el uso intensivo de pesticidas, especialmente en el caso del tomate, cuyas flores suelen visitar. El tercero es su competencia con otro picaflor que habita en la zona, el de Cora, con el que lucha por recursos cada vez más escasos.

En su libro Las aves de Chile (1946), un clásico de la ornitología chilena, los ingleses Jack Goodall y Alfred Johnson, y el alemán Rodulfo Phillippi, indicaban que en 1935 esta especie podía encontrarse en la plaza central de Arica y que en 1943, en el Valle de Azapa, en un solo árbol florido había un centenar, “que se veían como un verdadero enjambre de abejas alrededor del colmenar”. Hoy está cerca de extinguirse y apenas es conocida en la zona.

 

Desde 2006, la U. de Chile y Aves Chile realizan censos para controlar su evolución. Las noticias no son buenas: si en 2003 eran 1500 ejemplares, ahora han descendido a un tercio, a causa de la actividad agrícola, los pesticidas y la competencia de otras especies.

 

—Hay bastante desconocimiento en el sector sobre el picaflor de Arica. Se lo suele confundir con otras especies —dice Lazzoni—. Hace un tiempo hablábamos con alguien de la Seremi de allá, que decía que la lástima es que si se extingue nadie se va a dar cuenta.

Por eso, el Ministerio de Medio Ambiente, junto a Aves Chile, decidió tomar medidas al respecto. Para evitar que se convierta en la primera extinción de un ave contemporánea en Chile, desarrollaron un plan de conservación. La meta es impedir que se extinga en los próximos cinco años, y lograr que en 15 pueda ser clasificada en una condición de menor peligro. Lo más urgente, cuenta Lazzoni, es proteger su hábitat y por eso planean crear una red de microreservas. De momento, ya inauguraron una: la Estación Biológica Chaca, 50 kilómetros al sur de Arica, un área de más de diez hectáreas declarada como Monumento Nacional y administrada por la Corporación Nacional Forestal (CONAF), que contiene la suficiente vegetación nativa para que los picaflores puedan reproducirse. Actualmente, se están buscando nuevos puntos estratégicos para ampliar la red.

—La meta es que se generen más microreservas para proteger la especie, y así poder tener lugares amigables y seguros para ellos. Hay que cubrir el territorio con más sitios importantes para la conservación de estas aves —dice—. Si sumamos esfuerzos y protegemos ciertos lugares críticos, podemos hacer algo. Es complejo, pero todavía tengo esperanzas.

 

Texto: Rafaela Lahore

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