Un grupo de investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad elaboraron un proyecto hídrico, que incluyó la construcción de un humedal artificial, para recuperar el agua de una localidad que llevaba meses en sequía.

 

Suena incompatible pero no lo es: Chiloé, uno de los lugares más lluviosos de Chile, sufre todos los veranos una grave sequía que afecta sobre todo a comunidades rurales. Solo en la comuna de Ancud hay más de cien localidades que deben recibir agua potable en camiones aljibe. Catrumán es una de las más afectadas: su población se ha quedado sin agua durante periodos de casi medio año, lo que afecta su subsistencia basada mayormente en la ganadería, ya que no pueden hidratar a sus vacunos en los meses más secos. Justamente para intentar paliar esa problemática, hace dos años se formó en la isla el proyecto Red Participativa de Agua Potable.

Dirigida por Rolando Rojas, agrónomo del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) —centro basal que cuenta con financiamiento de CONICYT—, y con el apoyo de un fondo de innovación social de Corfo, esta Red aunó las capacidades técnicas de los miembros del IEB y los conocimientos territoriales de los habitantes de Catrumán. Rojas junto a un equipo de ocho investigadores crearon un programa de 17 meses para lograr que esta comunidad pudiera tener agua, el cual que fue ejecutado con la participación de las familias de la localidad y que implicó la construcción de un humedal artificial para depurar el agua.

—Nosotros somos profesionales que vivimos y trabajamos en Ancud —explica Rojas, de 44 años—, y nos agrupamos porque pensábamos que todos los diagnósticos que se hacían de la problemática del agua tenían que ver con el manejo del territorio. Por eso fue importante hacer el diseño en conjunto con la comunidad.

El proyecto, que duró 17 meses, comenzó hace dos años, cuando el equipo realizó un levantamiento de información, entrevistando a muchas de las familias de las comunidades rurales, en busca de los lugares más afectados de la comuna. Cristián Frene, hidrólogo del IEB, explica que se decidieron por Catrumán debido a que era una de las comunidades que más agua recibía en camiones de parte de la Municipalidad de Ancud.

Vecinos trabajando en la elaboración de la red de agua.

—Los camiones aljibes son más bien una solución de emergencia —comenta Frene, de 42 años—, el problema es que se van transformando en una solución cotidiana. Las familias de Catrumán recibían veinte litros de agua al día por persona, pero una vaca toma alrededor 200 litros diarios. Y si no les podían dar agua a sus animales, eso redundaba en seguir profundizando el círculo de pobreza que había en el campo.

Primero diseñaron el trazado de las tuberías donde pasaría el agua: los investigadores y la gente local fueron recorriendo la zona, reconociendo las vertientes que nunca se secaban del todo, y trazaron la red con la intención de que naciera de esos puntos, repartiendo las conexiones en base a un sistema de gravedad. Luego, discutieron con la comunidad sobre el funcionamiento de la cuenca y cómo lograr que se mantenga saludable en el tiempo.

—No queríamos poner una motobomba para elevar el agua y que después la gente tuviera que pagar electricidad —explica Rojas—. La idea era que ellos quedarán libres de ese pago, por eso la red ocupa un sistema gravitacional. El único costo de mantención será juntar dinero en caso de que se estropee la red y ellos ya saben cómo hacerse cargo de esa mantención, porque hicimos talleres de eso.

 

“La idea es proyectarse en la Isla de Chiloé, pero eventualmente llevarlo a la región de La Araucanía u a otras donde sea necesario. Queremos fortalecer el modelo y replicarlo, porque se trata de una solución viable, de bajo costo, y que permite a las comunidades tener una gestión autónoma del agua”, dice el hidrólogo Cristián Frene.

 

Durante 2018, los vecinos se pusieron manos a la obra: cavaron las franjas de infiltración para acumular agua lluvia y reforestaron varios sectores de la cuenca, plantando más de 500 especies nativas, que tendrán la capacidad de retener y purificar el agua que cae durante el año. Los habitantes más antiguos de Catrumán, cuentan los investigadores, recordaban algunos lugares, hoy secos, donde históricamente había existido agua: allí también se reforestó, para que el agua extinta volviera a brotar en el futuro.

Una vez que estuvo todo listo, llegó el último desafío: construir un humedal artificial. La existencia de un emprendimiento local productor de quesos, ubicado donde nacía una vertiente, cuenta Rojas, hacía muy probable que las aguas se vieran contaminadas por los desechos de la producción. Por ello, uno de los elementos más ambiciosos del proyecto fue la construcción de un humedal en la zona, instalado con ayuda de la empresa Bioantu. Construido en noviembre de 2018, se trata de una piscina artificial que cuenta con un sector con arena y de plantas capaces de alimentarse de la contaminación del agua, la cual, a través de un sistema de pendientes, se va limpiando hasta salir completamente depurada.

—La purificación es producto de las plantas —explica Frene—, que a través de su actividad fotosintética van tomando los contaminantes del agua. Estamos hablando de hasta 700 litros de que son eliminados desde la quesería; por lo tanto, ese humedal tranquilamente está depurando todo esa cantidad de agua cada día.

El proyecto contó con la construcción de un humedal artificial, que podría depurar cerca de 700 litros de agua por día.

Según el hidrólogo, luego de seis meses de marcha blanca, las familias de Catrumán ya cuentan con más de 600 litros diarios. Luego de este invierno, calcula, podrían llegar a contar con mil, muy lejos de los veinte que solían recibir de los camiones aljibe. Por eso, creen que es un modelo sostenible en el tiempo, en particular considerando la crisis de agua que se vive en Chiloé, que podría seguir agravándose producto del cambio climático.

El equipo seguirá monitoreando el caudal de Catrumán y este año volverán a plantar nuevas especies —algunas comercializables, como las murtas—, con el fin de darle otras alternativas de sustento económico a las familias de la zona. El equipo también tiene la intención llevar el proyecto a otras localidades afectadas de Ancud, e incluso a algunas comunas en la Araucanía, de donde han recibido llamados de municipios interesados.

—La idea es proyectarse en la Isla de Chiloé, pero eventualmente llevarlo a la región de La Araucanía u a otras donde sea necesario. Queremos fortalecer el modelo y replicarlo, porque se trata de una solución viable, de bajo costo, y que permite a las comunidades tener una gestión autónoma del agua —dice Frene—. Ya no dependen de si el camión aljibe vino o no, porque el agua la tienen ahí en su propio territorio.

 

Texto: José Miguel Martínez