Este año se celebran 250 años de natalicio de Alexander von Humboldt. La alemana Sandra Rebok, historiadora de la ciencia, ha dedicado casi un cuarto de siglo al estudio de su obra, y realizó una visita a nuestro país con el fin de promover el rescate de su figura.

En Chile, cuando pensamos en un naturalista, lo más común es que se nos venga a la cabeza el inglés Charles Darwin. En cambio, cuando escuchamos la palabra Humboldt, de inmediato pensamos en un pingüino o en la corriente oceánica que lleva su nombre. Sin embargo, Alexander von Humboldt (1769-1859) fue un naturalista alemán tan importante como el padre de la teoría de la evolución: considerado por muchos como el último gran científico universal, sus viajes de exploración y sus investigaciones fueron tan significativos, que cambiaron buena parte de lo que entendemos hoy sobre la naturaleza, la geografía y el humanismo.

Admirado por varias de las figuras centrales de su época, como Thomas Jefferson, Simón Bolívar, Johann Wolfgang von Goethe y el mismo Darwin —quien se habría inspirado en los viajes de Humboldt para decidirse a emprender los suyos—, lo que impresionaba a sus contemporáneos era la asombrosa capacidad que tenía el naturalista germano de comprender nuestro mundo como un todo, haciendo uso de un método que incorporaba una visión periférica desde múltiples disciplinas. Transmitir esa transdisciplinariedad es justamente la misión de Sandra Rebok, historiadora de la ciencia alemana que ha dedicado casi 25 años al estudio de su obra, y que además de haber publicado varios libros sobre su figura, se encargó de editar la versión definitiva de Cosmos, su monumental último trabajo, donde el naturalista intentó plasmar en un solo libro una gigantesca síntesis de todos los conocimientos de su época.

Actualmente, Rebok asesora al gobierno de su país en la conmemoración de los 250 años de su natalicio, lo que la ha llevado a realizar una serie de conversatorios en Chile y otros países de nuestro continente sobre su extraordinaria obra. La relación del naturalista alemán con el continente americano fue intensa: a partir de 1799, realizó un viaje de cinco años por las colonias españolas de Nueva Granada, Nueva España, Cuba y Perú (hoy México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Cuba y Perú) —más de diez mil kilómetros en total—, explorando y documentando su flora, fauna, geografía y etnografía, en lo que fue la expedición científica más ambiciosa de su época.

La historiadora de la ciencia Sandra Rebok.

—Para guiar esta conmemoración he viajado a varios sitios de América, para ver cuál es la percepción que se tiene de Humboldt hoy —explica la historiadora—. La idea es ver cuál es el conocimiento que se tiene sobre él y cómo se le ve en los distintos países.

Precisamente buscando dar a conocer más su obra, Rebok realizó hace dos semanas varias actividades en Santiago y Valparaíso, invitada por el Servicio Alemán de Intercambio Académico, entre ellas la presentación de su libro Humboldt y Jefferson: una amistad transatlántica de la Ilustración y la ponencia “Transdisciplinariedad en la obra de Alexander von Humboldt”, en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Allí, habló sobre la mirada vanguardista de Humboldt, que consideró a la naturaleza un todo: en sus viajes documentó zonas climáticas y de vegetación, reconociendo en el ecosistema global una red interconectada en donde cada elemento, desde una sencilla planta hasta una gran montaña, juegan un rol primordial. Y todo eso lo hizo abarcando numerosas disciplinas —antropología, biología, climatología y geografía, solo por nombrar algunas—, algo poco común para la época, y muy en sintonía con el enfoque actual de investigación científica, según la historiadora.

“Humboldt siempre conectó diferentes campos de conocimiento. No sólo combinó disciplinas como la geografía y la biología, sino que tuvo una visión que fue más allá de las carreras académicas que tenemos hoy en día”, dice Sandra Rebok, historiadora de la ciencia.

—Humboldt no solamente estudió una disciplina con una sola mirada, sino que siempre conectó diferentes campos de conocimiento. Fue un tema más transdisciplinario que interdisciplinario, porque no solo combinó disciplinas como la geografía y la biología, sino que tuvo una visión que fue más allá de las carreras académicas que tenemos hoy en día.

—¿Qué importancia tiene hoy la transdisciplinariedad de Humboldt?

—No podemos solucionar los grandes retos actuales de nuestro mundo, como el cambio climático, por ejemplo, con la mirada de una sola disciplina académica. Desde los tiempos de Humboldt nos hemos ido especializado más y más; y si bien esto es muy importante para llegar a un conocimiento más específico de algo, no podemos perder de vista el conjunto o la colaboración con otras disciplinas: ese era el método científico de Humboldt.

—¿En qué consistía ese método?

—En conectar el conocimiento, que podía ser de diferentes disciplinas, pero también de diferentes regiones. Siempre contrastar y comparar. Cuando él tomó las mediciones de Los Andes, no solamente le interesaba tener ese conocimiento, sino que su interés era compararlo con Los Alpes y luego con el Himalaya, para ver cuáles eran las alturas en las que crecían las diferentes plantas del mundo. O también comparaba diferentes tiempos: para comprender una cosa, él siempre iba al pasado, porque creía que estudiando el pasado podíamos aprender sobre el presente, y eso nos ayudaría a hacer proyecciones sobre el futuro.

—¿Por qué la obra de Humboldt no es tan conocida en Chile?

—Probablemente porque lo más al sur que él llegó fue hasta Lima, entonces nunca visitó Chile. Pero ese es justamente el enfoque que se tiene para este año conmemorativo: no solo sólo centrarnos en la persona histórico y los sitios a donde estuvo, sino más bien poner el foco en qué es lo que podemos aprender hoy de él: su metodología, su método científico, su visión del mundo y del medio ambiente. Lo que Humboldt nos puede decir hoy está mucho más allá de su figura histórica, y por eso es tan importante que rescatemos su figura aquí en Chile.

Humboldt a los pies del volcán Chimborazo, en Ecuador, retratado en 1806 por el pintor alemán Friedrich Georg Weitsch.

 

Texto: José Miguel Martínez