Sylvia recuerda como, desde muy pequeña, tuvo inquietudes filosóficas: “Me rompía la cabeza tratando de pensar el infinito, la verdad y, por supuesto, la existencia”. Por su parte, Martín jugaba con sus hermanos a armar laboratorios pequeños, sin embargo, aún no descubría que la bioquímica sería su gran pasión en el futuro.
Para ambos investigadores, el ingreso a la universidad significó un momento decisivo en sus vidas. Sylvia no sabía que estudiar, por lo que decidió entrar al programa de Bachillerato en Ciencias y Humanidades de la Universidad de Chile. “Tuve magníficos profesores como Humberto Maturana en Biología, Igor Saavedra en Física, Jorge Soto en Matemática, Adolfo Couve en Estética y Eduardo Carrasco en Filosofía. Ahí supe que existía la filosofía.” Tiempo después se convertiría en directora de la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Andrés Bello, período en el que pudo ser testigo del bajo desarrollo cognitivo de los estudiantes. Éste fue el impulso definitivo para dirigir su interés al mundo de la educación. “Tuve que adecuar la malla a las carencias de nuestros estudiantes. Incorporamos dos cursos para enseñar a leer y a escribir textos filosóficos. Recién ahí me di cuenta de las enormes falencias de nuestro sistema educativo y el impacto social que pueden tener las mejoras en este campo”, explica.
Martín se involucró totalmente con la ciencia en 1983, cuando entró a la carrera de bioquímica en la Universidad de Concepción. Si bien reconoce haber tenido ciertas dudas en un principio, fue su participación en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Bioquímica, donde asistieron destacados investigadores nacionales, el punto de inflexión que lo llevó a decidirse por esta disciplina, que lo convertiría más tarde en autor de más de 160 publicaciones: “Pude escuchar sus experiencias, lo que era la investigación chilena y cuáles eran los desafíos. En ese momento decidí que no iba a dar la prueba de aptitud de nuevo y que iba a trabajar en ciencias biológicas”.
La investigadora, desde su íntima relación con el mundo de la educación, destaca diversas formas para acercar la ciencia a la ciudadanía. La primera consiste en mostrar que las preguntas surgidas en torno a la ciencia no son alejadas ni abstractas, sino que nacen de las interacciones más básicas con el mundo. La segunda refiere a la entretenida aventura que significa intentar dar respuesta a esas interrogantes: “exige exploración, experimentación y creatividad”. El tercer lugar, recalca la importancia de hacer sentir a los estudiantes que todos pueden ser científicos. Por último, es fundamental mostrar cómo las respuestas científicas han impactado la vida de todas las personas, para que sean capaces de dimensionar importancia de las ciencias.
Al respecto, Martín Montecino pone como ejemplo el proyecto 1000 Genomas, impulsado por el Centro Fondap de Regulación del Genoma, donde trabaja actualmente. Esta iniciativa, a través del concurso escolar “Chile secuencia a Chile”, ha permitido que niños y niñas, en distintos puntos del país, puedan conocer de cerca la ingeniería genética con experimentos de secuenciación de ADN para conocer el genoma del chanchito de tierra, una especie muy común en todo el territorio. Enfatiza la importancia de las actividades experimentales como una estrategia exitosa para acercarlos al mundo científico: “Es interesante quelos niños lo hagan y, desde un comienzo, identificar su gran potencial. Que se den cuenta que, aunque la ingeniería genética es una cosa que se ve complicada en el papel, con la tecnología puede estar cada vez más a su alcance”.
En relación a lo anterior, Sylvia considera que el Programa Explora de CONICYT ha sido tremendamente exitoso al acercar la ciencia a los niños, especialmente a los más vulnerables: “El Programa Explora es el que más me gusta del Ministerio de Educación, porque busca difundir la ciencia y entusiasmar a las nuevas generaciones a través de la exploración del mundo que nos rodea, de forma novedosa y entretenida”. Sin embargo, cree que es necesario escalar los proyectos que han sido exitosos para que así más niños y jóvenes se vean beneficiados.
Montecino tampoco ha estado ajeno a las iniciativas del Programa. Recuerda puntualmente la época en la que se creó la carrera de Bioingeniería en la Universidad de Concepción: “para promocionar esa carrera me tocó ir a muchos colegios en la región, y fueron muchas las iniciativas del Explora que aprovechamos para realizar esas visitas.”
El doctor en Ciencias Biomédicas fue presidente del Consejo Superior de Ciencia de Fondecyt en 2017, programa de CONICYT en el que participó durante varios años. Hoy, ser consejero del Programa Explora le supone “la posibilidad de contribuir desde otra perspectiva, que es tan importante como la anterior, de ayudar a que programas de difusión de la ciencia tengan un impacto cada vez mayor en la población”.
Por su parte, Sylvia Eyzaguirre considera que “es un gran honor compartir con un grupo humano tan destacado, donde se aprende mucho, y una enorme alegría contribuir a fortalecer las ciencias en el país, especialmente en los estudiantes.”