El problema mundial de escasez de agua dulce ha derivado en numerosas iniciativas que buscan aprovechar el recurso del mar. Sin embargo, el alto costo de desalar ha hecho que siga siendo una posibilidad remota para algunas localidades, incluso en nuestro país. Hasta ahora.
Se dice que después de una catástrofe siempre viene un repunte importante, como si en recoger nuestras piezas rotas y unirlas, encontráramos algo mejor que lo que se rompió. Algo así ocurrió con el proyecto del profesor Rodrigo Bórquez, de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Concepción quien, con la idea de paliar un problema puntual, encontró una solución a un problema mayor.
“La historia parte en 2010, el año del terremoto. Posterior a éste, hubo un concurso de Corfo, que consistía en un fondo de financiamiento para proyectos que tuvieran que ver con reconstrucción. Así se me ocurrió que uno de los problemas que más afectó en los días posteriores al 27F fue la disponibilidad de agua, no sólo donde era escasa antes, sino que prácticamente en toda la población, por problemas de rompimiento de matriz de agua potable. Y como en nuestra Facultad desde hace mucho tiempo habíamos estado trabajando en el área de la tecnología de membranas, uní ambas ideas y presentamos un proyecto”, explica el Dr. Bórquez sobre la génesis de todo.
Acercar la vida
En el mundo, la tecnología más utilizada para desalar agua de mar es la osmosis inversa, existiendo sobre 15 mil plantas. Además, en los países que tienen petróleo, se utiliza un sistema de evaporación, y en la misma UdeC también se estaba explorando un tratamiento químico. Todas esas opciones, si bien cumplen su objetivo, presentan una dificultad importante, sobre todo para países o localidades con menos recursos: su rentabilidad.
De hecho, el desarrollo de su proyecto, Bórquez se encontró con cuatro plantas de osmosis inversa que habían sido donadas a la Municipalidad de Arauco post terremoto por el gobierno de India, pero cuyo funcionamiento incrementaba de tal manera el presupuesto municipal, que se hizo imposible mantener su implementación y terminaron prácticamente abandonadas.
Por eso, el investigador se propuso plantear algo novedoso: “se me ocurrió la posibilidad de usar la nanofiltración. El gran problema del agua de mar, es poder extraer el cloruro de sodio, porque es la molécula más pequeña. La osmosis inversa la atrapa prácticamente en un 99% pero deja un agua que no es bebible pues requiere ser remineralizada. Con nanofiltración, en cambio, concluimos que había que hacerlo en dos etapas; en la primera queda agua con un 5% de cloruro de sodio, la que puede tener uso industrial pero no para beber, y después de esa condición intermedia, se pasa por una segunda filtración para lograr un producto que cumple con la norma chilena de potabilidad, incluso es posible mezclar ambos productos para ajustar el contenido de iones sin tener que remineralizar”.
Estas dos etapas, sin embargo, presentan una gran ventaja, ya que el producto obtenido de la primera instancia, también presentan gran utilidad: enfriamiento, lavado, duchas, etc. “Cuando se utiliza osmosis inversa se debe remineralizar el agua porque después del proceso se obtiene agua destilada y el ser humano no puede consumirla. En nuestro sistema en cambio ajustamos las condiciones para que el agua salga con los niveles adecuados de minerales. Es decir, obtenemos dos productos útiles y nos ahorramos el proceso extra de remineralización”.
Otra importante ventaja comparativa es que al disminuir la presión utilizada en el proceso, el consumo de energía puede reducirse fácilmente en un 30%.
Es importante mencionar que la tecnología generada por el profesor Bórquez no hubiese podido llegar a la comunidad sin la importante paso previo de la protección legal de su idea, a través de la Unidad de Propiedad Intelectual de la UdeC (http://www.udec.cl/upi/) y posterior licenciamiento con apoyo de la Oficina de Transferencia y Licenciamiento (http://otludec.cl/) de la misma casa de estudios, en este caso a la empresa Alister Ingeniería y Construcción LTDA, que se está encargando de su comercialización.
La planta piloto inicial se ubicó en Cerro Verde, Penco, en el 2011, la que posteriormente se trasladó a la Región del Maule (Llico, comuna de Vichuquén) para el proyecto de validación. “Posterior al terremoto se construyó una población de 86 casas que no se había podido entregar porque no tenía acceso a agua potable por lo que se nos contrató para suministrar este recurso”, explicó al profesor. En Arauco, en tanto, se está en proceso de transformar una planta de osmosis inversa a una de nanofiltración.
Un sistema como éste puede reemplazar el agua potable para que en muchos casos son inversiones que se están perdiendo por diversos motivos: pozos que se secan o incluso muchas localidades que deben abastecerse mediante camiones aljibes. Esto, en cambio, si bien tiene un costo inicial más elevado no se va a perder. No vamos a secar el mar”, concluyó Bórquez.
Más info en la Revista I+D+i N° 35 de la Universidad de Concepción
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