A estas alturas asegurar que “Chile es un país sísmico” suena casi un cliché, ya que esta aseveración surge reiteradamente cada vez que enfrentamos un movimiento telúrico, como un intento de asumirnos con esta condición y, por lo tanto, aprender a convivir con ella en forma responsable.
En este escenario sísmico el mar juega un rol fundamental, tal como lo vivimos en 2010 donde la mayor devastación la provocó las olas del tsunami, haciéndonos pensar que el océano se vuelve en nuestra contra, sin embargo, lo importante es conocer cómo ocurren estos fenómenos, cuáles son las zonas de riesgo y cuál es la mejor forma de reaccionar ante este tipo de eventualidades.
Sobre estos temas conversamos con Rodrigo Cienfuegos, Director del Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (CIGIDEN) en una nueva entrega de “¾ partes: conversaciones sobre el mar”.
¿Cuáles son las condiciones que se deben cumplir para que ocurra un tsunami?
Los tsunamis se generan por una perturbación en la superficie del océano. En el caso de Chile, por terremotos de subducción, que es cuando la placa de Nazca se mete bajo la placa Sudamericana acumulando energía que es liberada de forma violenta. Ese movimiento rápido de liberación, transfiere a su vez, energía a la columna de agua del océano generando una condición inicial que puede ser propagada largas distancias y capaz de provocar daño. Pero, también se pueden provocar tsunamis por deslizamiento de tierra, como durante el 2007, en los fiordos de Aysén.
Casos menos frecuentes son generados por caídas de meteoritos. Estos hechos son representados en películas y serían equivalentes a lanzar una piedra en una piscina.
¿Se puede hablar de zonas específicas de Chile en las que se espera ocurra un próximo tsunami?
En el caso de los terremotos de subducción, hay conocimientos que permiten tener indicios de cuán posible es que ocurra un tsunami luego de un sismo de estas características. La magnitud es un factor muy importante. Una magnitud en la escala de Ritcher superior a los 7 o 7,5 grados, indica que puede ocurrir un tsunami. También, la localización o profundidad del terremoto, es decir, lo que provoca que se mueva el fondo oceánico, es relevante para saber cuánta es la transferencia de energía del sismo al mar. En consecuencia, mientras menos profundo es el movimiento, o sea, más cercano al fondo marino, más efectiva es la transferencia de energía hacia el tsunami.
Es importante tener en consideración que no siempre se cumplirán las mismas condiciones, debido a otros factores tales como las condiciones de las bahías del borde costero, que pueden generar la amplificación de las ondas del tsunami. Por eso en 2010 tuvimos inundaciones gigantes varias horas después del terremoto principal.
La distancia y la ubicación de la ruptura también son importantes. Si el movimiento está más cerca de zonas pobladas, el arribo de olas será más rápido. El epicentro es un indicador, pero no es el único y a veces puede hacer dudar. Lo importante es el movimiento completo de la ruptura.
Actualmente las zonas de mayor riesgo corresponden al norte y el centro (Viña del Mar, Valparaíso) de Chile. Estos lugares han acumulado energía con el tiempo que espera ser liberada, también conocida como brecha sísmica.
¿Se asume una responsabilidad desde la comunidad científica para alertar a la población?
Cuando se tienen datos validados, se debe transmitir esa información de la manera más amplia posible. Así se puede contribuir mejor en los procesos conjuntos con instituciones y organismos.
Como comunidad científica, aprendimos nuevas cosas sobre lo relativo a la caracterización de tsunamis desde 2010 o desde 2015 en Illapel. Por ejemplo, que las primeras olas no son las más peligrosas y también que existen otros efectos de amplificación que pueden durar varias horas.
En ese sentido, hemos tratado de educar a la población con datos de auto evacuación preventiva, por ejemplo, si un terremoto dura más de un minuto, es difícil mantenerse estable y se está en zonas bajas cerca de la costa, se debe evacuar a pie, y no en vehículo, hacia zonas más altas sin esperar necesariamente la alerta oficial, ya que siempre tarda más.
¿Dónde crees que radican los errores, a nivel gubernamental, en el procedimiento de enfrentar una emergencia como los tsunamis?
Hemos mejorado la respuesta inmediata y todo lo referido a protocolos y observaciones sísmicas, lo que permite sectorizar las áreas a evacuar. Sin embargo, existe un gran déficit en planificación urbana, ya que por lo general no se conoce el territorio y las ciudades no están preparadas para reconocer riesgos y tomar sus propias decisiones.
En el borde costero siempre estamos expuestos a marejadas y se repiten errores, lo que quiere decir que esas zonas no han integrado los peligros de forma correcta. Hacer esto requiere tiempo y organización en distintos niveles, por lo que aún no se llega a consenso, pero es fundamental corregirlo ahora.
Desde tu área de investigación ¿Cómo definirías la relación que tenemos, como sociedad chilena, con el mar?
Existe una cultura ancestral muy arraigada en las comunidades locales, como pescadores y el pueblo mapuche, donde sí se reconocen peligros y se respeta el borde costero. Estas tradiciones y valores se han perdido en el resto de los grupos sociales. Hoy es importante que sean recuperados y reconocidos, porque la educación y el aprendizaje no deben ser transversales en el país. Se debe buscar una manera más sensible de conectar con esas comunidades y así incentivar el reconocimento del lugar en que vivimos.
En 2010 falló todo el sistema formal de respuesta, en términos de detección y pronóstico, pero las comunidades locales actuaron de manera correcta. Hubo respuesta y hubo autoevacuación, lo que permitió salvar muchas vidas.
En zonas urbanas esto se olvida, se ha crecido bastante y dándole la espalda al mar. Ahora nos estamos reencontrando con esa realidad y con esa riqueza que hay que recuperar en forma urgente para tener un buen desarrollo a futuro.