Pablo Camus es un historiador atípico. Gran parte de su trabajo se ha centrado en reconstruir el diálogo entre científicos, empresarios, políticos y ciudadanos sobre las problemáticas ambientales de Chile. Bosques, invasiones biológicas, introducción de carpas, truchas y salmones son sólo algunos de los recursos que han servido de inspiración para este académico del Instituto de Historia de la Universidad Católica.
Su interés por la historia ambiental se inició hace más de 25 años, con sus primeros trabajos con el arquitecto Patricio Gross, donde vinculó las temáticas urbanas con las medioambientales. Luego, tras realizar sus estudios de Maestría, conoció al ecólogo Ernst R. Hajek, con quien publicó el libro “Historia ambiental de Chile”. En esta publicación analizó los efectos de las políticas económicas sobre los recursos naturales (forestales, pesqueros, mineros); las políticas de urbanización, y la visión del sector empresarial, la comunidad científica y las organizaciones de la sociedad civil durante la década de los noventas; la revisión de la prensa le permitió analizar quince conflictos ambientales.
Con su investigación doctoral reconstruyó la historia del bosque en Chile entre el período de 1541 hasta 2005. Recogió las puestas en marcha de políticas para incentivar la productividad, la gestión de los recursos forestales, entre otros aspectos. Luego, con el ecólogo Fabián Jaksic, compiló la historia de la invasión de los conejos europeos; por qué se los introdujo, quiénes lo hicieron, qué políticas se tomaron.
Otra historia del mar
Desde 2015, tras adjudicarse un proyecto Fondecyt, el Dr. Camus se abocó a reconstruir la historia de las relaciones humanas con los ecosistemas marinos y costeros. Según el investigador, en nuestro país, los estudios históricos sobre el mar se han limitado a narrar sucesos épicos, heroicos, catastróficos, o bien, a describir desarrollos institucionales y problemas geopolíticos. No obstante, desde esta óptica, se pierden los procesos económicos, sociales y culturales del uso de los recursos.
Disciplinas, como la biología marina, la geografía, la antropología y la economía han estudiado el mar desde el enfoque de la “tragedia de los comunes”, donde los recursos son explotados de forma descontrolada en relación a otros sometidos a un régimen de propiedad, exponiéndolos a la sobreexplotación y, finalmente al colapso. Bajo este contexto, surgieron políticas de privatización de los bienes del mar mediante cuotas de pesca y otros mecanismos de asignación de recursos. Este paradigma ha recibido críticas, planteándose que existe una confusión conceptual entre la “inexistencia de propiedad” y la “propiedad común”. Se han documentado situaciones en que los recursos comunes han sido y son gestionados adecuadamente por las comunidades. Por ejemplo, los pescadores son capaces de sostener sus saberes tradicionales al tiempo que se adaptan a los cambios de los marcos jurídicos y tecnológicos.
El trabajo de investigación actual de Camus se centra en las interacciones entre políticas económicas y sociales con los ecosistemas marinos y litorales de Chile. Desde la promulgación del Código Civil en 1855, el mar fue considerado un bien común y, se otorgó derecho de ocupación de la franja litoral y de los recursos del mar a los pescadores, independiente quien fuese el propietario. Esto suscitó innumerables conflictos. “Existe registro de un juicio del siglo XVIII del Marqués de la Pica contra los pescadores porque usaban sus playas; finalmente estos últimos apelaron al derecho de ocupación de pesca”, explica el investigador.
Tras la promulgación de la primera ley de pesca en 1907, la situación comenzó a cambiar. Se inició así un proceso de apropiación fiscal y con ello, una especie de “cercamiento” de los bienes comunes litorales y marinos y, también de los alcances ambientales de las prácticas pesqueras artesanales e industriales. A través de esta ley, el Presidente de la República tiene derecho de generar concesiones, es decir, otorgar a una empresa la explotación de un recurso, por ejemplo, un banco de choros.
Luego, en 1931, con el gobierno de Ibañez, se crea el Decreto con Fuerza de Ley (DFL), donde se transfiere la tuición legal de la costa a la Armada. Se produce una especie de militarización del espacio porque la Armada tiene potestad de decidir quién puede o no estar en un lugar. Se veta a algunos pescadores por alcoholismo; mientras que a otros, se les permite ocupar algunas playas. Hay un control social-legal de este bien fiscal, señala el académico. Posteriormente, entre 1960-1961, con el gobierno de Alessandri, se emitió otro DFL, que terminó por conferir una serie de beneficios a los industriales, como reducciones fiscales, les permite la importación de maquinaria, entre otros.
Reconstruir una nueva historia del mar no es una tarea sencilla. Camus ha recurrido a la revisión de fondos del Archivo Nacional de los ministerios de Obras Públicas, Hacienda, Bienes Nacionales, Marina, Economía y Agricultura. La documentación interna de las instituciones -oficios, providencias, cartas-, le han permitido comprender los contextos y los procesos que han originado y permitido el desarrollo de las prácticas y culturas marítimas. “Me gusta crear conocimiento; leer documentos que nunca antes habían sido leídos; exponerlos bajo algún marco teórico. La historia del mar es la historia de la gente que ha vivido y continúa a día de hoy en estos lugares”, concluye.