En diciembre del 2019 en la cuidad de Wuhan, China, un grupo de pacientes con un tipo de neumonía de origen desconocido fue reportado a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una semana más tarde, el 7 de enero, se informó que un nuevo coronavirus denominado SARS-CoV-2 había sido aislado de estos pacientes y seguidamente el 11 de febrero se le dio el nombre de COVID-19 a esta enfermedad producida por el nuevo coronavirus.
Un mes después el director de la OMS, Tedros Ghebreyesus, declaró en rueda de prensa lo siguiente: “hemos llegado a la conclusión que el COVID-19 puede considerarse una pandemia”. En ese momento había más de 118.000 casos repartidos en 114 países y se había cobrado la vida de 4.291 personas.
En esta línea, nos reunimos con el doctor en historia y profesor asistente de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Marcelo López Campillay, quien nos contó las similitudes que existe entre la pandemia actual y las anteriores, el aprendizaje que cada una de ellas le dejó a la sociedad y otros temas históricos importantes a considerar par futuros brotes.
Las pandemias son parte de la historia de la humanidad
Desde el inicio, las pandemias son y han sido parte de la historia del hombre por ejemplo, en las momias egipcias del s. III a.C. se registró la presencia de la viruela, una enfermedad devastadora donde 3 de cada 10 personas infectadas morían, pero afortunadamente según el último brote de Estados Unidos en 1949 y gracias al éxito de la vacunación, en el año 1980 la OMS declaró a la viruela completamente erradicada.
Otro de los acontecimientos de suma importancia con respecto a las pandemias, ocurrió entre los años 1347 y 1352 con la peste negra, la cual terminó con la vida de 75 millones de personas en el mundo.
Por otro lado, el sarampión también fue una de las infecciones virales que acabó con al menos 2 millones de personas al año, antes de la introducción de la vacuna en 1963. Sin embargo, en el año 2017ocurrió el último brote en el que murieron 110.000 personas, en su mayoría niños que tenían menos 5 años y que no habían sido vacunados.
El COVID-19 y su similitud con la gripe española
Marcelo López Campillay, indicó que si bien es cierto que cada pandemia tiene una fisonomía histórica singular, es posible sostener que el presente episodio del COVID-19 tiene algunas similitudes con la gripe española de 1918, ya que comparten sus alcances globales con un carácter desconcertante en términos sociales y científicos, debido a que ambas pandemias generaron incertidumbre entre la población y en el campo de la salud pública, especialmente porque no existe una solución farmacéutica inmediata; y porque en 1918 y en el 2020 se han utilizado herramientas sanitarias de origen medieval, como las cuarentenas.
Sin embargo, según el historiador “una gran diferencia que podemos señalar, es que en la actualidad se cuenta con una red de cooperación científica de carácter planetario, permitiendo alentar mayores posibilidades para conquistar la anhelada meta de una vacuna contra el coronavirus y aunque no existe certeza plena que ese objetivo se cumpla, indudablemente la sociedad del siglo XXI tiene más alternativas médicas que en el pasado”.
Otra de las diferencias tiene que ver con la economía mundial, la cual se ha visto más afectada por la pandemia del coronavirus, debido a que nuestro modelo económico actual está mucho más interconectado que a comienzos del siglo XX, donde existía menor intercambio comercial entre continentes, agregó.
¿Qué nos dejó la gripe española?
El doctor López Campillay, contó que la gripe española inauguró el siglo XX como la gran pandemia de la globalización iniciada en el siglo XVI, debido a que las enfermedades han sido un proceso determinante para la unificación del mundo.
La primera oleada de la gripe española se produjo en la primavera del hemisferio norte, pero la segunda oleada fue la más mortífera y se desarrolló a nivel global entre agosto de 1918 y enero de 1919. Precisamente, en esta etapa se hizo presente el virus en Chile, especialmente a partir de septiembre y octubre, cuando la enfermedad comenzó a generar estragos en Valparaíso y Santiago para luego extenderse rápidamente hacia el sur del país.
En el transcurso del segundo semestre del 1919, Chile vivió otro brote que dejó un balance de más de 40.000 fallecidos, cifra que solo expresa parte de la mortalidad real que existió en el país, puesto que los registros solo anotaban los decesos en los hospitales y no en los hogares, lugar donde la mayoría de los enfermos enfrentaron la experiencia del virus, señaló el historiador.
Marcelo también agregó, que tras la gripe española no se registraron grandes transformaciones a escala global, sin embargo, a nivel local o regional es posible verificar algunas consecuencias directas e indirectas, como, por ejemplo, mayor conciencia sobre la higiene personal (lavado de manos, taparse la boca al toser o estornudar, ventilación de habitaciones, etc.) siempre y cuando las condiciones sociales y materiales lo permitieran.
Además, la gripe española fue un hito científico que se tradujo en un estímulo para intensificar las investigaciones de las enfermedades infecciosas, para lo cual se incrementaron las cátedras y los laboratorios. A su vez, algunos países europeos y americanos acentuaron procesos de reformas que venían cobrando impulso desde fines del siglo XIX. De ese modo, se modernizaron los sistemas de salud y los servicios hospitalarios, se fomentó el desarrollo de las profesiones de la salud y se promovió la instalación de los seguros de enfermedad, hecho que fue un anticipo de la instalación del paradigma del estado de bienestar que rigió gran parte del siglo XX en el Occidente.
Pero, hemos aprendido de las pandemias anteriores y la actual
A partir del siglo XIV, con el hito universal que representó la peste negra en Asia y particularmente en Europa, se puede apreciar fundamentalmente la importancia de las ciencias al servicio de las políticas que apuntan al bienestar sanitario de la población, la progresiva relevancia del Estado como entidad que lidere las políticas de salud, asentadas en la prevención y promoción de la misma y la imperiosa necesidad de un concepto integral de salud, en el cual el equilibro entre la sociedad y medioambiente ocupe un lugar central. “Una gran cantidad de brotes epidémicos y pandémicos en los últimos dos siglos se explican a partir de un desequilibrio entre el modelo de desarrollo y el medioambiente”, aclaró López Campillay.
Por otra parte, Marcelo agregó que es pertinente reflexionar en torno al modelo de globalización que hemos desarrollado en las últimas tres décadas y que tiene ventajas y desventajas para afrontar aquellas pandemias que vendrán. Asimismo, es oportuno plantear el valor que tiene la salud como un eje sustancial de todo ideal de desarrollo.
“La actual contingencia pandémica ha dejado en evidencia que la salud no solo se remite a incrementar las redes de hospitales y los profesionales de la salud, no es aventurado sostener que los niveles de confianza y cohesión social de un país, la colaboración científica y política nacional e internacional, el diseño de las ciudades, el régimen laboral (trabajo formal e informal), el acceso a la vivienda, entre otros elementos, son indispensables para enfrentar los efectos de la complejidad que históricamente han encarnado las” destacó el experto.
Finalmente, López Campillay sostuvo que es necesario apreciar nuestra historia y entender que los microbios no son nuestros enemigos, ya que por millones de años han modelado gran parte del mundo y nosotros solo nos hemos cruzado en su labor. “Es preciso tomar conciencia que esa relación, puede mejorar nuestra noción de humanidad”.