Todos los días escuchamos casos de bullying o acoso escolar en las noticias o en nuestros círculos sociales, con diferentes consecuencias. El aspecto físico, la etnia, las preferencias sexuales, la identidad de género, la religión, o incluso las habilidades destacadas, son motivo de acciones de discriminación o violencia social.
El bullying, es todo acto de agresión u hostigamiento reiterado en el tiempo, realizado por estudiantes que atenten en contra de otro estudiante, valiéndose de una situación de superioridad o de indefensión de la víctima. Estos actos agresivos pueden ser cometidos por un solo estudiante o por un grupo, y puede ser tanto dentro como fuera del establecimiento.
En nuestro país, el año 2017 se registraron 2.978 denuncias por acoso escolar en la Superintendencia de Educación. Dato que se agrega a que alrededor del 40% de los escolares han sido víctima de bullying en 4° básico. A su vez, según el MINSAL, en los últimos diez años, se han registrado 1.030 muertes por lesiones autoinfligidas como consecuencia de bullying, entre estudiantes de 8 a 18 años. Los datos publicados por el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES)[1] reflejan lo mismo: una relación directa entre la violencia escolar y el bajo rendimiento en el SIMCE y/o PSU.
Para el Dr. Jorge Gaete, Médico Psiquiatra, Doctor en Epidemiología Psiquiátrica e investigador principal del proyecto “KiVa anti-bullying program in Chile”, existen tres actores importantes dentro del ciclo de bullying: la víctima, el agresor y el testigo o espectador que observa el acto de bullying.
En el caso de las víctimas, señala el experto, algunas de las causales de por qué llegan a serlo se encuentra la baja autoestima, actitudes pasivas, trastornos emocionales, depresión, ansiedad, pensamientos suicidas y bajo rendimiento escolar. Por otro lado, en los agresores “están asociadas otras conductas de riesgo, presentando una mayor prevalencia en trastornos de conducta, mayor consumo de sustancias, y también existe evidencia de ansiedad y depresión, pero estos han sido menos estudiados”, indica.
Otro grupo lo conforman los testigos de bullying, quienes son espectadores de los eventos de acoso y cuyo actuar pasivo promueve que estos se mantengan en el tiempo. Según cuenta el Dr. Gaete, “en un estudio llevado a cabo por mi equipo de investigación –formado por psiquiatras y psicólogos de la Pontificia Universidad Católica y Universidad Los Andes– el año 2017 observamos evidencias de los distintos roles y pudimos ver que los testigos también tenían mayor consumo de sustancias como tabaco, alcohol y marihuana, versus a aquellos que no habían sido testigos de actos de bullying”.
El Dr. Gaete se refiere también al grupo de agresores-víctimas: “este grupo recoge todas las problemáticas de las víctimas y todas las de los agresores; están asociados a un mayor desarrollo de depresión, ansiedad, consumo de sustancias y mayor tendencia a conductas suicidas. Muchos de ellos, en general parten como víctimas, pero en la medida que van aprendiendo que la forma de validarse socialmente es a través de la violencia, se transforman en agresores”, expresa el especialista.
¿Cómo podemos prevenir el bulliyng? Es la pregunta de investigación que el Dr. Gaete y su equipo se hicieron hace 4 años. En el 2015 comenzaron a buscar los mejores programas a nivel internacional en la prevención del bullying y con mayor evidencia, encontrando tres que tenían resultados relevantes: Olweus, Second Step y KiVa.
Eligieron KiVa, un programa finlandés creado por un grupo de científicos de la Universidad de Turku, de Finlandia, encabezados por la Dra. Christina Salmivalli, con quien el grupo del Dr. Gaete comenzó una relación de colaboración a partir del año 2015. El objetivo principal del programa es la prevención del bullying antes de que ocurra. Esto se logra realizando intervenciones en las normas de los grupos de estudiantes, lo que genera la capacidad de comportarse de manera constructiva, asumiendo la responsabilidad de no fomentar el bullying y apoyar a los compañeros más vulnerables.
“Una vez que elegimos el programa anti-bullying KiVa, nos preguntamos cómo adaptamos un programa que fue desarrollado en Finlandia a la realidad de nuestro país. Esto significó un desafío en el que estuvimos trabajando el año 2015 y gran parte del 2016”, indica el Dr. Gaete. Entre los años 2016 y 2019 realizaron el estudio interviniendo 39 colegios con índice de vulnerabilidad mayor o igual a 75% y que tenían educación primaria de la región Metropolitana. 26 de ellos aplicaron el programa y 13 fueron grupo control.
El Colegio José Artigas de la comuna de Recoleta fue uno de los establecimientos intervenidos. “La recepción del programa fue muy positiva, ya que toda la comunidad escolar, desde la directora hasta los estudiantes, se entusiasmaron en participar”, indica Consuelo Jorquera, psicóloga del establecimiento.
El programa contempla distintas intervenciones, entre ellas: el entrenamiento de los profesores; la utilización de posters para comprometer a los estudiantes a apoyar a las víctimas y comportarse como testigos activos; la elección de un estudiante por las autoridades del colegio para que utilice vestimenta con logo de KiVa durante los recreos para mostrar a la comunidad escolar que el colegio está participando en el programa; la participación de los familiares de los estudiantes en informar sobre situaciones de bullying a través del sitio web, cartas y/o reuniones; y un juego online para los participantes.
También se realizan intervenciones de tipo universal, dirigidas a toda la comunidad escolar, donde lo más destacable es un taller de habilidades socioemocionales y estrategias de enfrentamiento del bullying a nivel grupal, dirigidas a todos los alumnos de quinto y sexto básico, y realizada por el profesor capacitado previamente. Este taller tiene el objetivo de influir especialmente en el rol que tienen los testigos. “Una de las características del bullying es el desbalance de poder entre la víctima y el perpetrador, y ese desbalance de poder se da fundamentalmente porque el perpetrador tiene audiencia (los testigos) que de alguna forma validan la violencia. Si no tuviera la audiencia no habría un desbalance de poder, porque nadie lo validaría”, explica el Dr. Gaete.
En el colegio José Artigas la implementación de KiVa fue muy exitosa. “Se ha observado una disminución en cuanto a los casos de bullying y una mayor cantidad de estudiantes que denuncia situaciones donde ven que otro compañero está siendo víctima”, indica Consuelo Jorquera. Según los datos obtenidos por el grupo de investigación, hubo una reducción de un 25% en la victimización y cerca de un 35 % en los testigos.
Luego de haber participado durante dos años en el programa, el Colegio José Artigas ha sido capaz de implementar el programa de manera autónoma. Y los investigadores, al observar resultados positivos, ofrecieron desarrollar el programa en los colegios del grupo control.
El Dr. Jorge Gaete declara que “actualmente existe interés del gobierno de implementar el programa a nivel nacional apoyado por el Ministerio de Educación, por lo que es importante la realización de intervenciones como la que estamos haciendo nosotros y su impacto en las políticas públicas”, comenta el especialista.