El océano ha sido un agente modelador de parte importante de nuestra identidad, determinando la supervivencia de quienes han habitado históricamente este territorio. Desde los chinchorro en el extremo norte, hasta los yámana en los canales australes, pasando por los rapa nui en la polinesia, todos han desarrollado una estrecha relación con el mar, reconociéndolo y valorándolo como otro ser, y no como un objeto o un simple lugar proveedor de recursos.

Sobre esta milenaria forma de entender el mar como un sujeto, y no como algo que simplemente nos pertenece por derecho propio, conversamos con el antropólogo y director del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), Pedro Mege Rosso, quien nos planteó esta revolucionaria representación del mar, practicada por nuestros pueblos originarios desde mucho antes de la irrupción de la actual mirada mercantilista del entorno.

¿De qué forma el mar configuró la identidad de determinados pueblos originarios?

Esto hay que definirlo geográficamente. Claramente, hay pueblos que están en la costa o viven en islas y esos pueblos tienen dos paisajes; uno es el costino insular y el otro es el paisaje del mar. 

En el norte están principalmente los changos, que fueron grandes canoeros. Luego tenemos un caso que es extraordinario, que es Isla de Pascua, donde, para los rapa nui, el mundo se construye a partir del mar. Son grandes navegantes, grandes pescadores, es imposible que sobrevivan sin el mar. Isla y mar, para ellos, es una sola cosa.

Después tenemos otro caso destacado, los lafkenche, los mapuche de la costa, donde ellos miran hacia el mar, toda su actividad económica, toda su mitología es hacia el mar. A continuación, tenemos otro caso fantástico, los kawésqar, quienes viven de manera muy estrecha con el mar. Por último, tenemos otros grandes canoeros que son los yámana, donde también su vida es el mar.

Así es que tenemos pueblos que son impensables sin esa vinculación con el mar, de norte a sur, siempre el mar ha sido importante en las costas y en las islas, particularmente. 

¿Estos pueblos coexistieron en forma paralela en el tiempo?

Los más antiguos son los pueblos australes, los yámana y kawésqar, que son poblaciones muy antiguas. En su relación como canoeros, como nómades del mar, que es como los llamamos en antropología, sobreviven gracias a la caza y a la pesca, desde el mar. Esas son de las primeras poblaciones en América y fueron progresivamente empujadas hacia el sur por las otras migraciones que venían bajando desde el norte.

En estos pueblos fueguinos, ¿cómo era la distribución de las tareas vinculadas al mar?

En el caso de los yámana, tienen la particularidad de que las mujeres son grandes buceadoras, mientras que el hombre está a cargo de la canoa. Porque, para los pueblos fueguinos, el sexo fuerte es la mujer y el débil es el hombre.

La tarea dura de bucear en esas aguas es femenina, al ser las mujeres mucho más resistentes que los hombres.

En el caso de los pueblos nortinos de la costa, ¿qué los llevó a desarrollar también esta vocación de nómades del mar?

En el norte existe un desierto bastante inclemente y a veces se nos olvida, pero la abundancia de recursos de nuestro mar era sencillamente fantástica, era una fuente ilimitada, hasta que lo empezamos a explotar industrialmente, reduciendo la disponibilidad de recursos en forma notoria.

Entonces, evidentemente una manera de sobrevivir en ese mundo, en lugares como Chinchorro en Arica, donde se desarrollaron culturas de mar, era en la abundancia, porque la disponibilidad de mariscos, algas, peces y mamíferos marinos, era fantástica. En definitiva, mirar hacia la costa, con ese desierto feroz hacia atrás, parecía una muy buena solución.

¿Qué aspectos de la cosmovisión de algunos de estos pueblos se relacionan con el mar?

En el caso lafkenche, y en general dentro de la cosmovisión mapuche el mar es visto en su horizonte, en su situación crepuscular, como un lugar de muerte, los espíritus de los muertos viajan hacia occidente y ahí habitan. 

Para el mundo aymara, el mar es una fuente de vida y hay una serie de rituales asociados al agua de mar. Por ejemplo, en el interior del desierto en Iquique, las poblaciones andinas van, en un rito que es muy lindo, a buscar la fertilidad de ese mar, que es femenino, llevando agua de mar hacia las alturas para poder generar lluvias en el altiplano, donde lo femenino, la fertilidad y la reproducción, está en el mar. Entonces, en este caso, el recurso marino es también recurso simbólico, donde se lleva la fertilidad, la humedad y la lluvia a las alturas.

Por otra parte, volviendo a los mapuche, los mamíferos marinos son eventualmente, después de esta especie de gran diluvio, una forma en que la divinidad salvó a los hombres que cayeron al mar, transformándolos en animales del mar.

En este relato el mar asume un carácter de destructor de la vida, ya que tiene que ver con una experiencia aterradora, que son los tsunamis, donde el mar se sale. Entonces, nosotros tenemos asociado, por una distorsión bíblica, que hay diluvio universal dentro del mundo mapuche, pero ese diluvio no es tal, porque, aunque llueve, el gran desastre es que el mar se sale. 

En el mundo semita, en el mundo hebreo, no existía la experiencia del maremoto, pero en el mundo mapuche, en nuestro contexto geográfico, la experiencia del maremoto es bastante frecuente. Esa es entonces la fuerza destructiva del mar, el que está gobernado por Kai Kai, un monstruo bastante agresivo, que se desboca debido a lo poco cuidadoso que son los hombres con sus rituales, transformándose en una fuerza arrolladora. 

Ahí entonces, el mar cambia de signo, de ser un signo positivo que da vida y recursos, se transforma, cuando se desboca, en un asesino implacable.

¿En qué elementos se puede evidenciar la transformación o la alteración de determinadas manifestaciones culturales, propias de los pueblos originarios, a partir de la irrupción del dominio español y la posterior occidentalización de las prácticas socioculturales?

Es una buena pregunta, porque todo hacía pensar que esta máquina cultural de lo europeo, que tenía supuestamente una enorme fuerza y que, pasado un par de siglos, no iba a dejar nada de ese sustrato cultural de los pueblos originarios, no ha sido tan así. 

En la actualidad, uno ve una enorme revitalización de rituales y de tradiciones ancestrales de vinculación al mar, que estuvieron un poco congeladas o escondidas en nuestro país. 

¿Qué aspectos de esta relación con el mar, que han tenido nuestros pueblos originarios, serían importantes
de traspasar a nuestras propias prácticas?

Lo que hemos descubierto, es que básicamente el mar es otro ser. No es una realidad física o material, sino que tiene su propio espíritu. Así que tu manera de vincularte con él no debería ser tú con otra cosa, sino que tú con otro sujeto. Es algo evidente, el mar tiene su propia vida y formas de vivir.

De hecho, cuando vas a pescar hay una serie de rituales donde se pide permiso y después se da las gracias a ese ser que eventualmente está en un diálogo contigo. 

Nosotros tendemos a ver al mar como una cosa, pero los pueblos nos han enseñado que es un ser vivo. La forma de vincularse con el mar, por ejemplo, en el caso de los aymara, es pidiendo permiso para sacar agua. Están en un diálogo continuo con esa divinidad que es tan real como tú o como yo. Esa es la gran diferencia entre ellos, nosotros y la vinculación con el mar.