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Los navíos poseen espacios, llamados compartimientos estancos, llenos de aire que los hacen más livianos que el agua, evitando así hundirse. Son capaces de flotar en el mar o los ríos porque existe una fuerza que empuja al barco desde abajo hacia arriba, gracias a su diseño basado una ley de la física conocida como el Principio de Arquímedes: “Cuando sumergimos un objeto en el agua éste flota por una fuerza igual al peso del líquido que desplaza.”
Para llegar a esta conclusión el sabio se metió en una tina con agua y se dio cuenta que, entre más se sumergía, más agua caía de la bañera y más liviano se sentía. Los ingenieros se basan en este principio para diseñar las naves, de manera que sean más ligeros que la superficie acuática por donde se desplazan.
Fuente: Icarito
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