Son los mayores animales de la Tierra. Su belleza y misterio ha cautivado a los seres humanos y al imaginario colectivo por siglos. Bajo la inmensidad de las ballenas yace uno de los secretos mejores guardados para la continuidad de la vida en el planeta.
“Para comprender el rol de las ballenas en los ecosistemas marinos, conocimiento reciente en la historia de la ciencia, se debe entender que en la Tierra todo está conectado”, señaló el Dr. Rodrigo Hucke-Gaete, biólogo marino y académico de la Universidad Austral de Chile (UACh) y Presidente del Centro de la Ballena Azul, al iniciar su charla para estudiantes de AportaCiencias, iniciativa de educación científica con perspectiva socioambiental, impulsada por profesionales del Campus Patagonia UACh y financiado por el Fondo de Innovación para la Competitividad del Gobierno Regional de Aysén.
Entre lo micro y lo macro se trenza la vida
Desde el origen de la vida en el planeta existen las microalgas, llamadas fitoplancton, habitantes de la superficie de los mares y que, a pesar de su microscópico tamaño, son pilares para la cadena trófica de alimentación marina y para la continuidad de la vida en el planeta.
El cincuenta por ciento del oxígeno producido en la Tierra se genera en el mar a través del fitoplancton. Mediante la fotosíntesis, estas microalgas, al igual que el más grande de los árboles terrestres, absorbe dióxido de carbono (CO2) del aire y libera el oxígeno que permite respirar. Así, este microscópico organismo es capaz de captar y sepultar en el fondo marino más de 1.6 billones de toneladas de CO2 al año, algo fundamental considerando el calentamiento global de la Tierra provocado por el aumento de estos gases en la atmósfera.
¿Cuál es la relación de estos microorganismos vegetales con las ballenas, gigantes marinos que pueden alcanzar los 33 metros y contar con un corazón del tamaño de un auto? Todo.
Cuando el fitoplancton muere, se hunde en el fondo marino llevando consigo el CO2 captado durante su vida. También se va depositando a través de las heces del zooplancton que lo consume, añadiendo así una importante cantidad carbono en las profundidades de los mares. A su vez, el zooplancton – como el krill – flota en las columnas de agua, constituyendo alimento de los más diversos depredadores marinos, incluyendo a las ballenas, que lo consumen en cantidades que van desde las 2 hasta las 8 toneladas al día.
Sembradoras del mar
Las ballenas, a través de sus heces o pluma fecal, así llamada por su parecido a las nubes, restauran el fitoplancton: sus deposiciones acarrean consigo nutrientes esenciales, como hierro y nitrógeno, que son esenciales para que las microalgas marinas se desarrollen. Así, la pluma expulsada por las ballenas habitualmente en la superficie permite que el fitoplancton pueda crecer y, por lo tanto, hacer disponible recurrentemente más alimento para el zooplancton, que, a su vez, será nutriente para el resto de la cadena trófica.
En su ciclo de vida, desde su zona de alimentación, el sur austral, la ballena migra miles de kilómetros a su zona de reproducción, en los trópicos. Allí, donde generalmente falta nitrógeno para el fitoplancton, la ballena contribuye con sus 927 litros de orina diaria, riquísima en nitrógeno. Su contribución permite estimular el crecimiento del fitoplancton allí donde antes no había.
Durante su larga vida (70, 100, incluso 200 años), la ballena almacena hasta 200 toneladas de carbono en su cuerpo y cuando muere todo ese carbono llega al fondo del mar. Sus restos, al ser devorados por las especies carroñeras, continúan enriqueciendo la productividad marina y, al cabo de dos años, empiezan sus osamentas a ser colonizadas por otros organismos: por hasta cincuenta años se forma una comunidad completa en lo que fuera su cuerpo. “La ballena es vida por todos lados: genera vida, da vida, en todos los lugares”, afirmó Hucke-Gaete.
Cazadores de ballenas
A partir del siglo veinte la caza de ballenas en el mundo y en Chile vivió su mayor auge, momento en el que las industrias balleneras elaboraron todo tipo de productos comerciales como jabones, detergentes, velas, a partir de una misma materia prima: los gigantes marinos.
El auge de la caza masiva en Chile llegó a su punto más alto a mitad de siglo veinte hasta la década de 1960, época en que se comenzó a tomar conciencia sobre el rol de las ballenas en los ecosistemas y productividad marina, aunque para ese momento poblaciones de cachalotes, jorobadas, ballenas fin, sei, francas y azules fueron críticamente reducidas, acercándose peligrosamente a su extinción.
Hoy la caza de ballenas es ilegal en gran parte del mundo, y Chile se ha convertido en un santuario para estos cetáceos, sin embargo nuevos problemas ponen en jaque su recuperación. El sur de Chile, especialmente entre las regiones de Los Lagos y Aysén, es una zona privilegiada para la conservación de ballenas, en especial de la gran ballena azul. Sin embargo, esta zona también es foco de importantes problemáticas como la contaminación del mar, en gran parte producto de los desechos de la industria salmonera, y de las amenazas provenientes del importante tráfico marino que se traduce en choques y muertes de ballenas por parte las embarcaciones.
(Con)ciencia, resiliencia y regeneración de la vida
Así como la ciencia fue fundamental para terminar con la industria ballenera durante el siglo XX, hoy la revelación del asombroso rol ecológico de estos cetáceos y su importancia para la salud de los ecosistemas marinos a través de su coexistencia con el fitoplancton, constituyen un desafío para buscar respuestas que hagan frente de mejor modo a problemáticas como la sobreexplotación de los recursos marinos, la contaminación y los efectos de la crisis climática global provocados por la acción antrópica, que no sólo pone en peligro su existencia, sino la de todos los seres que habitan este planeta.
“Los ecosistemas marinos son resilientes, hay esperanzas que mejoremos como especie humana. Por eso es tan importante la ciencia, que estemos acá, y sigan adelante con todo lo que sueñen hacer, porque van a poder lograrlo. Necesitamos más científicos para ayudar a entender cómo funcionan estos sistemas, tenemos que mitigar los problemas que estamos provocando y restaurar los ecosistemas que hemos degradado tanto”, concluyó el Dr. Hucke-Gaete.
Es a través de la difusión de conocimiento científico mediante charlas como la del profesor Rodrigo Hucke-Gaete que el programa AportaCiencias busca acercar la ciencia a niñas, niños y jóvenes en este periodo de pandemia, visibilizando temáticas esenciales para el futuro del planeta como lo es la conservación de los ecosistemas marinos y de los organismos que allí coexisten.
Para ver la charla completa del profesor Huck-Gaete, pinche aquí
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