En esta entrevista, Patricio Kunz, publicista y diseñador de origami, reflexiona sobre el origami como una forma de conexión y aprendizaje, el vínculo entre arte y ciencia, y sobre cómo este encuentro puede despertar la curiosidad y el asombro en todos los públicos.
La conversación parte de su experiencia como encargado del taller “Biodiversidad a través del arte: Aysén en papel”, desarrollado junto al Proyecto Explora Aysén del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y el Campus Patagonia de la Universidad Austral de Chile, en el marco del Festival de las Ciencias 2025.
Has descrito el origami como una herramienta de conexión y aprendizaje. ¿Qué significa para ti esa idea y de qué manera ha marcado tu forma de trabajar y enseñar?
Para mí, el origami es mucho más que una técnica: es una forma de conectar mente, manos y corazón. Cuando doblamos papel, no solo seguimos instrucciones, sino que establecemos un diálogo con el material, con el entorno y con nosotros mismos. Esa experiencia de atención, paciencia y descubrimiento ha marcado mi forma de enseñar, porque me interesa transmitir lo que siento cuando hago origami. Disfruto compartirlo, y no deja de sorprenderme que el aprendizaje surja del hacer y de la curiosidad, más que de la perfección del resultado.
Desde tu experiencia, ¿cómo describirías la relación entre el arte y la ciencia, y lo que puede surgir de ese encuentro?
El arte y la ciencia comparten una raíz común: la observación. Ambos buscan comprender el mundo, solo que desde lenguajes distintos. Cuando se encuentran, se potencian. El arte aporta emoción, intuición y metáforas; la ciencia entrega método, precisión y conocimiento. En ese cruce surgen nuevas formas de explicar y de aprender. El origami cumple un rol mediador al acercar temas que parecen complejos, y te hace verlos desde otra perspectiva.
Este año participaste en el Festival de las Ciencias 2025 junto al PAR Explora Aysén con el taller “Biodiversidad a través del arte: Aysén en papel”. ¿Cómo fue trabajar la temática de especies nativas desde una región como Aysén, y cuál consideras que es la importancia de este tipo de actividades?
Trabajar para esta nueva edición del Festival de la Ciencia fue una experiencia desafiante e inspiradora.
El origami, por definición, busca capturar esencias: que la figura que creas evoque o se parezca a la imagen mental de aquello que estás tratando de representar. Entonces, pasar de algo abstracto a algo tan concreto como las especies nativas hace que el desafío suba de nivel, porque tienes que ir más allá de la esencia. Que las especies que me pedían desarrollar fueran más cercanas a la realidad permitía que un niño que nunca las ha visto pudiera reconocerlas si algún día las encuentra en la naturaleza, y viceversa: que quienes las han visto en su hábitat sintieran que podían tener a cada animal en la palma de sus manos.
Aysén es una región donde la naturaleza todavía se siente presente en cada rincón, y eso genera una conexión muy especial con las especies que nos tocó representar en papel. El taller fue una oportunidad para que niños, jóvenes y adultos descubrieran que la biodiversidad no es algo lejano, sino parte de su identidad. Este tipo de actividades son importantes porque acercan la ciencia a la vida cotidiana, invitando a conocer, valorar y proteger nuestro entorno de una manera creativa y emocional.
¿Cómo fue la recepción del público en el taller del Festival de las Ciencias 2025 Aysén?
Esta es la parte que más me gusta: demostrar que todos pueden. Desde el primer día hubo entusiasmo y curiosidad. Cuando enseñas origami a grupos grandes existe la posibilidad de que haya participantes que avancen más rápido que otros, y eso puede generar desconcentración o aburrimiento. Pero en estos talleres había un profundo respeto, estaban muy entusiasmados, y algo que fue de mucha ayuda fue contar con guías con las instrucciones para todos; eso permitía que cada uno avanzara a su propio ritmo. Me explico: quien se atrevía podía seguir las instrucciones por su cuenta, y otros preferían seguir mis indicaciones. Todo resultó fantástico. Al final, más que figuras, lo que se llevaron fue una experiencia de conexión con la ciencia y con su propio territorio.
Uno de los objetivos del Festival de las Ciencias es abrir espacios donde personas de todas las edades puedan maravillarse con la ciencia que les rodea y reconocer sus propios conocimientos. Desde tu experiencia, ¿cómo puede el arte, y el origami en particular, ayudar a despertar esa curiosidad y conexión con el entorno?
El arte tiene la capacidad de abrir puertas al asombro. En el caso del origami, el solo hecho de transformar una hoja en una figura tridimensional ya despierta curiosidad: ¿cómo es posible que, solo doblando, se genere algo tan complejo? Esa pregunta inicial es la misma que impulsa la ciencia. Cuando llevamos esa experiencia al contexto natural —como representar un animal de la zona—, esa curiosidad se amplía: invita a observar, a investigar y a valorar lo que nos rodea. El arte, en ese sentido, se convierte en un puente entre la emoción y el conocimiento.