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Los incendios forestales acechan cada año, el cambio climático atiborra con calor intenso las temporadas estivales en La Araucanía y poco a poco aparecen nuevos sitios baldíos que evidencian el paso del fuego. La doctora Claudia Rabert es consciente de esto y busca en los microorganismos del suelo del bosque una posibilidad de revertir el daño de las llamas.
Desde hace dos años, Rabert junto a su equipo se volcaron a estudiar el comportamiento de la microbiota de los bosques nativos de La Araucanía, después del paso de un incendio. ¿Qué sucede con hongos y bacterias y qué incidencia podrían tener en un proceso de regeneración forestal?
La científica conoce muy bien los cambios que está experimentando la Tierra por la acción humana. Durante más de 15 años visitó con frecuencia la Antártica y en los últimos cinco realizó investigaciones sobre los ciclos de nutrientes en ese continente donde evidenció cómo el alza de las temperaturas por el cambio climático genera un aumento del nitrógeno disponible, lo cual provoca un mayor crecimiento de las plantas y biomasa vegetal. “Nosotros hemos visto en la Antártica una pradera de Deschampsia (un tipo de planta) donde podríamos pasar una máquina de cortar pasto como si estuvieras en el patio de tu casa”, explica la docente regular del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad Autónoma, sede Temuco.
Pero hoy su mirada está puesta en La Araucanía y, con más precisión, en cómo mejorar las posibilidades de reforestación por medio de las bacterias.
La experiencia en Antártica al alero de la Universidad de La Frontera aportó en la mirada de la científica una alerta sobre la transformación del planeta. Hoy su trabajo está centrado en los bosques nativos de La Araucanía y su afectación a causa del fuego. Rabert tiene motivos suficientes para mantener su atención en esta zona puesto que, durante la última temporada, fue la región con más superficie arrasada por las llamas: cerca de 16 mil hectáreas quemadas, entre julio de 2018 y febrero de 2019, según Conaf.
“Hace 3 años me vinculé a la Universidad Autónoma y empezamos a generar otra línea de investigación que tiene que tiene relación con el estudio de los efectos del cambio climático, de ver cómo las especies respondían a distintos escenarios climáticos y estamos explorando ahora cómo el bosque se está alterando frente a eso, vinculado a los eventos de fuego”, explica Rabert frente a un escenario que parece complicarse cada año con los incendios forestales.
“En general, no tan solo en Chile sino que mundialmente, se ha visto que los eventos de fuego han crecido en número e intensidad y eso tiene que ver con estas ráfagas de viento que se presentan en épocas muy calurosas y obviamente con el incremento de la temperatura”, agrega.
El trabajo de la doctora en ciencias y su equipo busca determinar el potencial de la “microbiota rizosférica”, esto es, la comunidad de microorganismos que viven asociados a la raíces de las plantas, para facilitar el proceso de restauración de bosques nativos, después del paso de las llamas.
Con un incendio, la destrucción del ecosistema no es solo superficial. En el manto orgánico, que va desde la superficie del suelo hasta unos 30 centímetros de profundidad, se desarrolla una importante comunidad de bacterias y hongos esenciales para los bosques que el calor también logra destruir. “De 10 géneros bacterianos, los reducimos a dos con un evento de fuego”, detalla Rabert y agrega que “la primera estrata (del suelo) se elimina. Lo que nosotros estamos viendo con el proyecto es ver cuáles de estos organismos prevalecen. Hay algunos organismos que tienen una mayor tolerancia a eventos de estrés”.
Al recomponer la microbiota, durante un proceso de reforestación de bosque nativo, aumentarían las posibilidades de que los árboles pudiesen arraigar y poblar los suelos consumidos por el fuego. “Si tu pones un árbol que ha crecido bajo ciertas condiciones súper favorables en el invernadero, lo más probable es que cuando yo reforesto pierdo el 70% de esos árboles; no arraigan porque ellos no están adaptados a eso”, explica Rabert.
La investigación podría derivar en un combinado bacteriano que ayude a estas plantas, que crecen en condiciones de invernadero con un suelo distinto químicamente, a su arraigamiento en el bosque”. El progreso del trabajo podría mejorar considerablemente el trabajo de reforestación en Chile.
Las siniestradas reservas de China Muerta y Malleco, que sufrieron grandes incendios en 2015, son parte del recorrido de la académica. Actualmente, su investigación se centra principalmente en las bacterias asociadas al avellano, que presenta una positiva resistencia post-incendios, y en estudios de ADN de araucarias y coihues. ¿La dificultad? El tiempo para ver los resultados. La regeneración del bosque podría tardar décadas e incluso la propia científica jamás volverá a verlos nuevamente en su ya extinto esplendor.
Texto: Christian Borgeaud
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