La reciente muerte del león “Cecil” en Zimbabue es sólo la punta del iceberg de muchas otras acciones e irresponsabilidades del ser humano que ponen en peligro la biodiversidad
Por Dr. Juan Carlos Ramírez Flores
Uno de los preceptos fundamentales del método científico es la objetividad, es decir, el planteamiento de problemáticas, sus implicancias y soluciones sobre la base exclusiva de hechos concretos y verificables, sin sesgos ni prejuicios de ningún tipo. Sin embargo, es inevitable para un ambientalista no sentir una profunda amargura e impotencia cuando se trata de noticias tan indignantes como la muerte de “Cecil”, el león más famoso y querido de su país.
En muchos países africanos existe una industria bien establecida de cacería de animales salvajes, donde amantes del deporte y la aventura (eso dicen ellos) expresan su “respeto y amor” por la naturaleza y la cultura local en matanzas legales. Estos individuos pagan mucho dinero por ser llevados cerca de individuos cercanos a la muerte, y bajo las instrucciones precisas de un guía autorizado, el “deportista” se encarga de acelerar mediante una flecha o rifle, la inminente muerte. Pero en el caso de Cecil, nos referimos a un león de 13 años edad, si bien él relativamente maduro si consideramos la vida promedio de su especie en condiciones naturales (15 a 20 años), ¡pero en ningún caso Cecil se encontraba al borde de la muerte!.
Seamos honestos: la industria de las cacerías legales, que aprovecha la necesidad de algunos “idiotas adinerados” de satisfacer su propio ego, es una importante fuente de divisas para países del continente africano que no poseen una industria económica desarrollada. Sin embargo, es en este punto donde puede aplicarse muy bien el dicho “hecha la norma, hecha la trampa”: el inherente afán de enriquecimiento de algunos inescrupulosos hace que haya florecido en esos países una industria ilegal paralela de cacería furtiva.
¿Quién era Cecil? Como científico, declaro que era un magnífico ejemplar de la especie Pantheraleo, un organismo heterótrofo, un depredador. Como un ciudadano de la tierra, declaro que Cecil también era un padre, un esposo, un líder valiente, nada menos que el león más famoso y querido de su país, asesinado en contienda desigual por un incauto dentista estadounidense a quien, según su propia versión, unos muy convincentes delincuentes le hicieron creer que él era protagonista de una cacería legal.
En los últimos meses hemos conocido varios casos de celebridades (y otros tantos que pretenden serlo), que se han ganado el repudio mundial por fotografiarse en postura sonriente junto a sus “trofeos”. Muchos de ellos han optado por la actitud que más disgusto y enojo podría causar: el silencio. Reconozcamos que existe una excepción, ya que si bien aún no ha dado la cara, este dentista al menos reconoció públicamente su responsabilidad, e investigaciones judiciales formales han sido iniciadas en Estados Unidos y Zimbabue.
Pero, ¿habrá justicia en éste y otros casos similares?, ¿los responsables recibirán un castigo ejemplar?. Hasta el momento no ha sido así, ya que por ejemplo en Kenya, el último ejemplar macho de rinoceronte blanco en el mundo requiere una escolta armada las 24 horas para evitar ser víctima de los cazadores furtivos que buscan apoderarse de su mágico cuerno. Lo más seguro es que el problema se arregle con dinero, más que mal, países como Zimbabue lo necesitan con urgencia.
El punto es ¿cómo frenar esta industria? ¿Cómo hacer que los egos del ser humano dejen de buscar ser satisfechos de manera tan sanguinaria y despreciable?. La muerte de este famoso león es la punta del iceberg: pensemos en todos los atentados a la biodiversidad que el ser humano comete sin ser denunciados ni castigados apropiadamente. Lo más triste es que no me refiero sólo a quienes con sus actos dañan abiertamente al medioambiente y su biodiversidad: la indiferencia y nuestra cotidiana actitud de “este no es mi problema” sean posiblemente las mayores amenazas que enfrenta la naturaleza, y el hoy diverso planeta en que vivimos no será otra cosa que un triste desierto…¡adiós Cecil, una parte de la biodiversidad se va contigo!.
El Dr. Juan Carlos Ramírez F. es Ingeniero Forestal (Universidad Austral de Chile), Magíster en Ciencias Mención Silvicultura (Universidad Austral de Chile) y Doctor en Recursos Naturales (Universidad de Hannover, Alemania). En la actualidad es docente del Departamento de Ciencias Químicas y Recursos Naturales y del Departamento de Ciencias Forestales de la Universidad de La Frontera.