La biodiversidad está en peligro en todo el mundo, y la póliza de seguro de su conservación puede ir más allá de las fronteras de las áreas silvestres.
Por Dr. Juan Carlos Ramírez.
Hace algunos días, en una de las charlas que ofrezco regularmente a la comunidad escolar de la Región de La Araucanía, un estudiante me hizo una controvertida pregunta surgida en el contexto de la importancia de cuidar nuestras áreas silvestres para preservar la biodiversidad: ¿está usted a favor o en contra de la existencia de los zoológicos?
Para un defensor del medioambiente, la respuesta no dejaría lugar a dudas: ¡no a los zoológicos, ni al sufrimiento animal! Argumentos defendiendo esta postura tenemos de sobra, basta mencionar casos tales como el de “Arturo”, cautivo en el zoológico de Buenos Aires y conocido como el “oso polar más triste del mundo”. Razones no faltan para este apodo, ya que además de vivir en cautiverio, “Arturo” no cuenta con una infraestructura adecuada para soportar de buena manera los cada vez más sofocantes veranos del hemisferio sur.
Sin embargo, la inmediata respuesta de un ambientalista se torna más compleja si además se es un científico. En primer lugar, ¿cuántos de nosotros tendremos la posibilidad de ver al menos una vez en la vida a un oso polar, un gorila, una jirafa o un león en su hábitat natural? Seguramente muchos consideren una visita a un zoológico como un momento de diversión y esparcimiento (¡y lo es!), pero aquí se nos ofrece muchísimo más, es decir, una oportunidad única de apreciar en vivo a organismos que difícilmente podríamos conocer en su lugar de origen. Ello es especialmente importante para las nuevas generaciones, ya habituadas a observar el mundo con ojos digitales.
Aunque lleguemos a conformarnos con visitar el mundo sólo mediante herramientas virtuales, un segundo argumento para mantener los zoológicos surge cuando ellos pueden convertirse en un salvavidas para especies en peligro. Tal es el caso de los dos ejemplares de guacamayo azul (Caatinga brasileña) que hace algunas semanas un zoológico alemán donó a Brasil. Esta ave, famosa por inspirar la película “Río”, se considera extinta en su hábitat natural desde el año 2000. Gracias a esta donación, se espera que en el futuro próximo esta ave endémica de Brasil pueda nuevamente volar en sus cielos, salvándose así de una extinción casi segura.
Y éste es el punto: requerimos de salvavidas para la biodiversidad, y lamentablemente nuestras áreas silvestres parecen no ser suficiente. A la vista de este peligro potencial, desde el año 2000 han surgido iniciativas internacionales tales como el Proyecto de Banco de Semillas del Milenio (Inglaterra) y el Banco Mundial de Semillas de Svalbard (Noruega), que no son otra cosa que enormes depósitos subterráneos destinados a almacenar millones de semillas de plantas de todo el mundo, como una póliza de seguridad medioambiental para el futuro.
El peligro de perder nuestra biodiversidad existe, y aunque no quisiéramos ver más animales encerrados en zoológicos debemos admitir que estas instituciones cumplen una importante misión: educar a los humanos del futuro respecto a su responsabilidad para con su hogar: la Tierra. ¡Apoyemos las iniciativas que buscan mejorar las condiciones de vida de nuestros animales, y velemos porque más pronto que tarde ellos gocen de condiciones dignas tantos en libertad como en cautiverio!
El Dr. Juan Carlos Ramírez es Ingeniero Forestal (Universidad Austral de Chile), Magíster en Ciencias mención Silvicultura (Universidad Austral de Chile) y Doctor en Recursos Naturales (Institute of Soil Science, Gottfried Wilhelm Leibniz Universität Hannover, Alemania). En la actualidad es académico del Departamento de Ciencias Químicas y Recursos Naturales de la Universidad de La Frontera.