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La solución de los problemas medioambientales comienza por nuestros propios actos, no únicamente con sentidos discursos ecológicos dirigidos a la población
Por Dr. Juan Carlos Ramírez Flores
Inconsecuencia puede definirse como las diferencias que existen entre aquello que decimos y lo que hacemos. En mis clases y charlas sobre temas ambientales, suelo relatar una anécdota que a mi parecer ilustra muy bien la normal inconsecuencia que nos rodea, especialmente con respecto al tema del cuidado de nuestro planeta.
Como ingeniero forestal, durante mucho tiempo fui blanco de las bromas de mi mejor amigo, quien al ser miembro de un grupo ecologista de cierta relevancia, solía insinuar entre risas que mis colegas fueron directos responsables de la destrucción del bosque nativo chileno y su creciente reemplazo por plantaciones de pino y eucaliptus. Las causas y consecuencias de la destrucción del bosque nativo son discutibles, y ciertamente serán motivo de un futuro comentario científico. Sin embargo, lo anecdótico de esta historia es que una tarde de invierno, pasé a buscar a mi amigo a su casa y lo encontré en el patio, picando la leña que su familia acababa de comprar. Esta leña, como solía ser muy común en años pasados, provenía de bosques nativos y no contaba con certificaciones que garantizaran un manejo sustentable del recurso.
Desde entonces, las bromas terminaron, y por mi parte, utilizo la anécdota para ilustrar lo que suele presentarse con mayor frecuencia de la que quisiéramos en nuestra sociedad actual: la inconsecuencia ambiental. ¿Con cuánta frecuencia predicamos sobre el cuidado del ambiente y no hacemos nada de ello en nuestras casas, comunidad o cuando visitamos un área silvestre?.
Muchos ejemplos podemos citar sobre la inconsecuencia, ignorancia e indolencia ambiental que nos rodea. Muchas veces nos basta con barrer y limpiar nuestra casa, y nos sentimos tranquilos cuando llega el camión de la basura y se lleva los desperdicios que dejamos fuera de nuestra puerta, pero ¿cuál es el destino de esos desperdicios?, ¿cuánto de ese material podría haberse reutilizado en vez de ir a parar a un relleno sanitario, si acaso nos hubiéramos organizado con nuestros amigos o vecinos?.
Muy cerca de nuestras casas posiblemente haya un recipiente metálico de color verde, destinado a servir como depósito de botellas de vidrio. Lamentablemente, con desesperante frecuencia es posible observar cómo estos recipientes se utilizan a manera de improvisados depósitos de basura. ¿Acaso no comprendemos las instrucciones del recipiente?, ¿o será que simplemente no nos importa lo que le pase al ambiente, siempre y cuando el desastre no ocurra dentro de nuestra propiedad?.
Esto es un mal endémico: en los medios de comunicación masiva escuchamos hermosos discursos de personalidades y líderes clamando por la necesidad de cuidar nuestro entorno, sin embargo, ¿cuál es la huella ecológica de los famosos y poderosos comparado a una persona común y corriente?. Es sencillo abogar por que los demás tomen conciencia ambiental, pero lo difícil es hacerlo nosotros mismos. Los sentidos discursos llamando a cuidar el “Hogar de todos” no cumplirán su objetivo si acaso no tomamos conciencia, y pronto, de que somos nosotros y nuestros actos los primeros que están llamados a producir el gran cambio. Ese día nos libraremos de la inconsecuencia ambiental, el gran contaminante de nuestra sociedad y el planeta. ¿Y tú, qué acto concreto harás hoy para ayudar a cuidar el medioambiente?.
El Dr. Juan Carlos Ramírez F. es Ingeniero Forestal (Universidad Austral de Chile), Magíster en Ciencias Mención Silvicultura (Universidad Austral de Chile) y Doctor en Recursos Naturales (Universidad de Hannover, Alemania). En la actualidad es docente del Departamento de Ciencias Químicas y Recursos Naturales de la Universidad de La Frontera.
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